Por Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Para nadie es ajeno que la iglesia católica ha fundado en sus templos el arte como un documental sacro que particulariza su rigor estético dentro de la solemnidad que le es característica.
De esta forma han destacado su arquitectura, retablos, esculturas y pinturas, cuyos artistas pasaron por la cúpula – literalmente hablando- de la Basílica de San Pedro y en la totalidad de las iglesias del mundo cristiano.
En esta ocasión los pasos nos llevaron al templo de la iglesia católica, dedicado a San Judas Tadeo, ubicado en el fraccionamiento Industrial (originalmente en colonia José López Portillo) de esta capital, cuyo párroco es el padre Javier Pérez Velázquez.
La iglesia, que se empezó a construir hace 30 años (que aún tiene una pequeña parte en obra negra) habla desde los tiempos del gobernador Américo Villarreal Guerra y de su hermano Emilio Villarreal, quien donó el predio, siendo párroco el presbítero Rubén Robles Carrillo, conocido en esta ciudad como el “Padre Gato”.
Ahí desde la entrada se origina un amplio espacio, es la nave central y única, sin muros en medio, desde donde, de cualquier punto, se observan con claridad 14 vitrales de proporción extraordinaria. Eso permite la entrada inquebrantable de la iluminación natural, contrario a otros templos con tonalidades más oscuras en su interior.
Pocas veces apreciado, el arte del vitral es prácticamente desconocido en algunas ciudades del país, pero apreciados en otras de mayor tradición religiosa. Tampoco -a pesar de que la ciudad goza de buen prestigio cultural por sus habitantes- es apreciado, al menos la gente entra y no sabe de qué se trata, no obstante la contundencia de los vitrales.
Los enormes ventanales abarcan las dos paredes laterales y la del fondo, que entre los muros sostienen el formidable edificio; de esa manera, los vitrales aparte de arte, mantienen su valor utilitario, proporcionando luz y colorido al inmueble.
Los vitrales nos llevan por un recorrido con las principales representaciones de la religión cristiana.
En la pared que da al norte, en el primer vitral aparece la representación del nacimiento de Cristo, custodiado por ángeles con instrumentos musicales; en un segundo vitral, en la puerta lateral de esa pared, aparecen los retratos de los últimos Papas, al frente de la Basílica de San Pedro en parte de la ciudad del Vaticano; en seguida otro vitral en la parte del sagrario, se ve el Jesús sacramentado, comúnmente llamado el santísimo, que es una imagen con un oratorio con un fiel en comunión espiritual de rodillas.
En seguida aparecen las bienaventuranzas, el sermón de la montaña; otro vitral marca la venida del espíritu santo o lo que el clero llama también el pentecostés, donde está la virgen María con los apóstoles en espera de acontecimientos, y esta es una representación del espíritu que aparece como una paloma; en otro vitral, Cristo resucitado saliendo de la cueva, quitada la piedra que sellaba la tumba, señala a un Cristo vencedor, con los brazos abiertos.
En la pared del fondo, al oeste, el vitral único de ese lado muestra al Cristo crucificado con un letrero escrito en arameo, griego y latín. Se observa el Gólgota o lugar de la calavera, que en ese tiempo era el sitio de las muertes más duras.
En la pared lateral del sur, en el primer vitral se encuentra una reproducción de “La última cena” de Leonardo da Vinci, o la pascua; otro vitral muestra los símbolos de los cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas, Juan; luego, otro vitral contiene un cáliz, un pescado; en seguida un vitral con un mapa con los municipios de la diócesis y los retratos de los últimos seis obispos de ésta. Luego otro vitral de esa misma pared, mantiene en su superficie el alfa y el omega (principio y fin) dos letras griegas con el cáliz y la copa, que es el alimento con una vaina de trigo, finalmente el bautismo de cristo, por Juan el Bautista, de tamaño natural.
En general los vitrales pintados con el estilo clásico manejan principalmente colores primarios, lo cual dificulta la capacidad creativa y la solución estética del gran espacio. Se aprecia que la proporción está bastante bien cuidada y da la oportunidad a que la luz, sin que emerja de los cuerpos, surja como un escaparate de colores encendidos que dan al centro de la nave única un colorido espectacular.
De ese modo salimos del templo. Sumergidos en la bondad de estos edificios religiosos que se han convertido también en refugios de desahuciados, albergues emergentes, cuarteles, y en los mejores y peores tiempos un sitio de recogimiento y oración para sus feligreses. Y hay de aquellos transeúntes, vendedores ambulantes que entran por unos instantes a mitigar un poco el intenso calor, para continuar luego su bregar por la ciudad.
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