Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- En aquellos y en estos tiempos la ciudad de papel pasa por el aire. Ciudad adentro, por dentro del alma, del cuerpo. En la vida un hombre como yo soñó esta ciudad.
Ciudad Victoria tiene nombre de héroe, pero yo prefiero pensar que tiene nombre de mujer.
Esta ciudad tiene nombre de aquel que triunfa después de muchas derrotas. Alzando la mano. La ciudad sin embargo es una cuadrícula en donde la gente le escribe a la vida. Escribe lo que quiere, lo que ama, lo que le sale a la calle.
En un declive se ve la ciudad temblorosa. Desde el sur la ciudad se mueve lentamente hacia la tarde cerca del Santuario. La ciudad se hace poesía, melodía, olores extraordinarios evaporados del andamio de calles.
Desde aquí se pierde en el horizonte la ciudad. Se convierte a humo, a ceniza del viento, para uno y otro lado.
Por los ojos pasan las ventanas de algunos edificios nuevos. Tras el sol apenas se levanta en su inmensa canción el alma de las personas, enamoradas del agua.
Hay un pequeño río entre las piedras. Pero la ciudad vista así es una mujer vestida de paloma. A veces tornasol, brilla en los espejos. Si te ves al espejo a media luz, te ves el alma. Sale una muchacha del barrio. La calle es pequeña para nosotros dos, dice alguien, uno de los dos.
Al norte se corretea por las tardes una liebre inexistente e inexplicable, en los andenes donde la gente dice que corre. Les he visto de lejos. De pronto se escuchan pasos, alguien corre por el eje vial como coyote solitario, lejos de su más cercano perseguidor que es un pedazo de plomo.
Se mete uno en las venas cuando pasas por las terrazas. Brincas y del otro lado de la vida la ciudad te anima. La calle es un perpetuo retorno.
Cuando oscurece, alguien va con alguien. Se han dado un beso. La noche parpadea en las luces. Amenazan con apagarse cualquier noche de estas.
Entonces la ciudad güila nocturna, de callejones tristes y dormidos, cae de rodillas en el templo.
La ciudad protegida de esa manera escribe poemas.
Entre buganvilias y palmeras escurro como agua en las balsas de este puerto. La ciudad navega en mares que dan al cielo. Es una comunidad de viajeros del tiempo.
Por eso ahora que veo la ciudad venir de lejos con su sombrero hecho sombra, me veo en ella. Victoria Sigue siendo lago, paloma en un árbol.
HASTA LA PRÓXIMA.
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