Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- El crimen se ha institucionalizado. En muchas regiones del país el crimen cobró fuerza de imperio y gobierna. En otras partes se ha aliado, y conserva el poder del gobierno como un recurso.
En México se da el crimen así acomodado en las instituciones, institucionalizado y ocupando los espacios con los mismos actores de lado y lado.
El crimen también en algunas partes es completamente una institución del estado.
Llegado el momento el crimen, en crisis, si así se puede llamar a la perspectiva de justicia, se institucionaliza y se cierra; y entonces esa región del crimen que parece haber vulnerado todo, se vuelve a la vez invulnerable, intocable.
La comunidad del crimen contiene los datos que atañen a una sociedad. Es común un robo y también un asesinato pues son parte de la vida cotidiana del ser humano. No es común que suceda en cada plazo del tiempo, o que suceda muy seguido, o que estos crímenes sean contra un género en específico.
Cuando se da un crimen común, ahora común es un crimen del narcotráfico, no es ajeno a la gente. Por más que se quiera despegar.
El crimen y el castigo cierran el círculo existencial de la justicia; la impunidad prolonga el crimen, lo hace sobrevivir para que todo siga y se entienda.
La impunidad por sí misma muestra el deterioro del estado mexicano. El mismo lenguaje entre las frases cortadas que declaran en su farsa los funcionarios del régimen, son características tendenciosas de quien no quiere hacer una confesión de parte, pues sabe lo que hay oculto. Usa palabras que encubren la verdad. Y luego todos los discursos se vuelven sospechosos.
Es un poder establecido. Y para que esto ocurriera se necesitó de cuerpos sólidos para mantenerlo y estos cuerpos sólidos ahí están, ahí permanecen en el ambiente, unos en el recuerdo y otros viven en el silencio de nuestro tiempo. Son los responsables, son la impunidad ambulante.
Son los cometedores del hecho, los que mataron, hirieron, mintieron, robaron y quienes lo encubrieron. Somos absolutamente todos. Y ese es el secreto.
El hombre no es otra cosa sino lo que él mismo se hace. Así sea esta subjetividad echada en cara sobre la dignidad.
El hombre empieza por no existir cuando ignora a propósito cuando las cosas se hacen solas, nadie las hace.
Por todo ello, cuando ocurre un crimen de los llamados del fuero común, un simple robo, la institución del crimen, con toda su estructura simbólica y su presencia física, tratan de ocultarlo, de volverlo impune. Aun cuando no se trate de narcotráfico, por inercia, por el maneje de cuerpos.
Y es que los crímenes aunque parezcan distintos son iguales en los resultados. Iguales en el instinto. Allanan y eso acaba, destierran, despueblan, separan, el crimen no nada más mata a una persona, con la impunidad, su aliada preferida, el crimen asesina a toda una sociedad.
HASTA LA PRÓXIMA.
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