Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.-No es el PRI de los viejos caciques, no. Estos se manejan en las mejores esferas sociales del país donde hay una comunidad de corrupción y donde todo se acuerda.
Tampoco es el nuevo PAN, sino quienes lo manejan, por eso en sus filas aparecen muy poco personajes a quienes no se le puede pisar la cola; la mayoría de ellos han usufructuado el poder en los sexenios que tuvieron durante la mal llamada alternancia.
El resto de partidos, salvo MORENA (y eso tal vez porque se trata de un partido nuevo), han ido al alimón en la destrucción del estado y la creación de un simulacro que sirve al tianguis mundial de segunda mano.
Es increíble cómo los mexicanos hemos permitido el desarrollo de esta hegemonía perversa a donde fueron a dar la mayoría de personeros partidistas, alejándose de las verdaderas necesidades del país, de la realidad circundante y de la moral pública y privada.
El mismo pueblo, en su coincidencia, lleva para sí ese delito de pecar haciendo como que no ve, volviéndose el occiso, al que no le quedó de otra, de que si se trata de sobrevivir pues aunque le agarres la pata a tu compatriota.
La moral pública, tan mala, afecta el resultado de las elecciones, entre políticos que ya saben a pie juntillas que a la gente la pueden comprar y la compran.
Tal vez en el desahucio, la gente, el pueblo, el demos, piense que nada puede hacer, que si vota quienes ganan son aquellos que no propusieron ellos y que los políticos se adelantan a proponer cuando se enteran de cómo andan, cual inconformidad crece y de nuevo la compran.
Es por eso que surgen los programas de ayuda alimentaria, las supuestas pensiones de 65 y más, entre otros programas que no resuelven jamás la forma en que el coyote alcance la liebre.
Acá ya no hay inflación. Simplemente los precios aumentan y los sueldos se quedan, con el considerable e inmerecido incremento de la pobreza que abre cada año una zanja más honda y más abierta.
La gente no se queja, aun cuando lo hace en sus profundidades domésticas, y es que de tanto deterioro económico, pues la han hecho partícipe de las sinvergüenzas.
Cada vez que hay un escándalo político, por un hecho de corrupción inmensa, la gente sabe donde depositar su encono; sí, en todas partes, menos donde debiera de ser, en las calles, frente al político, demandando un gobierno más decente, más honesto, más confiable y demandando justicia para que lo que una vez sucede no se repita, pero se repite.
Quienes hoy se aprestan a competir por la presidencia de la república cuentan con los datos necesarios para saber cómo y por dónde masca la iguana y ellos todos en su conjunto son el sistema que se complementa para jodernos a los mexicanos: nos ha medido, nos contaron, saben dónde vivimos, con quienes y a dónde no acudimos.
El político mexicano sabe los resquicios más nefastos de la corrupción, pues gracias a ella ha escalado. No hay otra manera, el camino ese no es el de la honestidad.
El político actual sabe que no requiere discurso sino dinero. En la moral mexicana el billete sigue siendo el bueno desde hace años y nos faltan filósofos y pensadores para decirle a la gente que no es fácil aceptar los preceptos políticos cuando la contaminación ya desapareció lo que quedaba del tejido social y ahora andamos ciegos sin ver a donde viajamos en este país con nuestros hijos.
Nos llevará años recomponer el tejido social empezando por las instituciones oficiales del estado mexicano como la educación, la procuración de justicia y el sistema de salud, tan vulnerados por la corrupción.
Aunque el panorama parece pésimo por dondequiera que se le vea. Hay veces que la sociedad espera una coyuntura para canalizarla en su favor, un error de los de arriba, como un sueño que los derrote y sin hacerlos buenos, que de pronto aparezca un hecho construido, que pudiera venir de otros consensos, de nuestros propios fueros angustiados a levantar la mano, a sacar de perdido un diputado bueno, de esos, que salga dar la cara, no de los que permanecen escondidos como hoy, nada más levantando la mano y ganándose el dinero.
Seguramente esos políticos, que lo hicieron tan mal al frente del gobierno, regresarán una y otra vez a llevarse lo que no es suyo, baste ver los principales diarios, cómo es que la prensa a modo los trae en hombros y los placea en esta enrome plaza de lujuria política en que se ha convertido esta patria.
HASTA LA PRÓXIMA.
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