Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- El gobierno en México llegó al extremo de su desarrollo como gobierno sin pasar por la gente. Y es que convertido en un imperio se resiste en sus castillos a probar las mieles de lo que es ayudar a la gente. Y si, por el contrario, a enriquecerse.
Tal vez no le inquieta en la conciencia los miles de mexicanos que se ven acotados y afectados por sus decisiones cupulares.
Cuando se desbordan las pasiones es cuando van y ven lo qué está pasando entre la gente pobre y la combaten con las propias instituciones, para reprimirla.
Cualquier desaguisado es extinguido por la fuerza del poder, las instituciones, algunas de ellas nobles, contempladas como parapetos o como atalayas donde se ve la realidad del mexicano, con claridad.
Desde arriba se ve para abajo la masa amorfa que somos los mexicanos en las manos de esta hegemonía en el poder real del estado mexicano.
El mexicano común, chancleta, en las calles y donde se guarece, ya está hasta el hartazgo. Busca y no encuentra la mirada amable del funcionario fantoche que sólo cuando lo necesita lo encuentra.
Desde el poder es fácil gobernar aun cuando la gente no te quiere. Si te rebelas alguien te traiciona.
Un mexicano ya sabe que para sacar a estos del poder y meterlos a la cárcel por rateros hay que hacer una revuelta en contra de los soldados, esa noble institución ya golpeada por ciento, luego de Ayotzinapa.
Duele la patria, si arriba una bola de delincuentes se pone de acuerdo y mantienen al ejército de su lado y en las calles, amedrentando de cierta forma, interviniendo en acciones locales.
Los soldados, mientras se resuelve la próxima elección, debieran regresar a los cuarteles.
Nos hemos acostumbrado a los escándalos, nos hemos dejado hacer en aras de esperar tiempos mejores que nunca se darán por sí solos.
Nos hemos dejado vulnerar, robar, secuestrar, agredir, insultar y matar por el gobierno impune.
Entre los políticos se han matado, y en una búsqueda de pasado fúnebre cuyos nombres por tantos, por muchos, no se recuerdan fácilmente y al interior de lo que llamamos clases en el poder se olvidan.
Los mexicanos creemos que elecciones es democracia y democracia que es pueblo, también es justicia, no gobierno.
Debemos garantizar la justicia en todos los renglones, preocuparnos por ella, trabajar por ella e ir por ella, incluso morir por ella. La justicia es la clave.
La justicia crea memoria, esos instantes en que un funcionario entra en la cárcel por un acto de la ley inquebrantable, crea memoria. Los otros no lo hacen, quienes roban dejan de hacerlo. Para eso es la ley.
Pero en la impunidad se teje el nido de ladrones.
Luego de los virreyes en que se convirtieron los gobernadores de los estados priistas, durante la alternancia, el PRI volvió, pero encontró los feudos, amos y señores de las principales regiones y estados del país. Algunos más, otros menos, todos aprovecharon ese verano de 12 años.
A lo largo y ancho del país se ha dado el nombre de ellos en actos de corrupción y diversos escándalos que hunden al PRI.
En cambio a otros gobernadores les alcanza para seguir en el poder de sus respectivos estados. Se volvieron pequeños caciques que darán continuidad al PRI, que sin lugar a dudas tendrá muchos espacios ganados en la próxima elección, según lo que se vaya negociado.
HASTA LA PRÓXIMA
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