Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- La historia tiene que ser contada. Abrir sus ventanas y mostrarnos el interior, esa otra parte que no hemos visto de lo que fue nuestra casa; la historia patria -aunque hoy suene muy cursi, muy “nacionalero”-, esa que no hemos visto.
Como nación necesitamos exigir que nos digan la verdad. Después vendrá lo demás. La necesitamos para empezar de nuevo. Para hacer justicia.
Es difícil discernir sobre la posibilidad de que una comisión de la verdad comience a dar datos acerca de los periodos de gobierno.
A lo largo del siglo pasado dada contingencias de sus primeros años la guerra armada que concluye con el periodo de Lázaro cárdenas, no había consagrado las instituciones de este país.
Una vez estabilizado y llevada la revolución hasta sus últimas consecuencias con Lázaro cárdenas que repartió, tierra y nacionalizó el petróleo, que estaba en manos de empresas extranjeras hubo un desarrollo industrial tecnológico en este país,
Una vez insaturadas las instituciones, la política -así suelta, desmerecida y chayotera-, generó la burguesía y pequeña burguesía, que le siguió y dio continuidad, y a cargo del partido único, generó en el PRI lo que hoy se conoce como político, por lo general soeces, esnobistas, ignorantes y corruptos.
En la percepción cotidiana, en los corrillos políticos, en las barra de una cantina donde el cantinero facultado para hacerlo sabe que en esta patria el problema más grave es el de la corrupción patrocinada por los políticos.
Un político contemporáneo, que se precise, es de esos sujetos que hoy por hoy ni siquiera conoce la gente.
Algunos de ellos no vacilaron en robar las arcas cómodamente y no han sido juzgados. Por el río de las ciudades ha acontecido lo mismo, el ayuntamiento es un feudo familiar donde convergen las mejores familias que han hecho una empresa de las arcas.
Según un experto, el presupuesto de un municipio similar a Victoria por ejemplo, tiene recursos para construir unos dos parques y escuelas por semana, sin menoscabo. Tiene presupuesto de sobra.
Ven para abajo a la gente del pueblo. Se ve de lejos. En los miles de templetes en los que se les ensalsa y aplaude inútilmente.
Son hijos de los dioses y la gente aprendió a conocerles apenas hace algunos años. Hoy los huele de cerca, los palpa, los abraza, no les cree ni madres, le ponen la mano, y ellos las abrazan. ¿Pues qué juego demoniaco?
Llegado el momento el político panzón que se le abrazó se le acerca unos meses antes de las elecciones para ofrecerle dinero. Y la raza de bronce lo agarra.
Hacen pachanga afuera de una casa, en plena calle, y ese día el precandidato, cubierto de gloria, se echa unas cheves con el pueblo. Luego ya no vuelven a verlo en su vida, en sus salidas al centro ni siquiera se lo encuentran. Tan mala suerte.
El germen del mal ocurre en los alrededores de la otra institución que es el dinero.
Unos cuantos tienen en su poder del dinero contante y sonante de este país, y los hace valer en todas su manifestaciones. La gente les aplaude y de nuevo los abraza y los besa, se toma una selfie con ellos sonrientes.
El dinero va y viene como un tren en el cuerno de la abundancia. Hay costumbres de administraciones que se declaran en quiebra, el gobierno federal ha hecho que sus bonos rindan entre la clase en el poder y eso hasta ahora le ha dado resultado.
Es increíble cómo se mantiene en el poder sin que le hallamos impugnado. Sin haberle cuestionado formalmente.
No obstante de largos años de paz, el ejército fue sacado a las calles por un mandato de derecha y ahí permanece peleando contra otros mexicanos una guerra inmerecida.
Si al principio del siglo pasado estos soldados pelearon una guerra justa aunque cruel, actualmente la guerra que pelean no la causaron ellos. Sin embargo es necesario que se preserven las instituciones ya vulneradas.
La historia tiene que ser contada como la ven los ojos, no como la cuentan al otro día.
No es difícil, siempre hay manera de que alguien sepa escribir y decir lo que hay atrás de las palabras que nos nombran.
La calle se estrecha y antes de llegar y pasar por el embudo en el horizonte, desearía saber qué ha pasado realmente en todos estos años, hasta el eclipse.
HASTA LA PRÓXIMA.
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