Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Es cultura lo que mueve al mundo: Son los deseos acariciados, las ganas de llegar a alguna parte o quedarse para siempre. Es el ser y el no ser que nos empuja a vivir de una o de otra manera según nuestras propias inquietudes y necesidades, o la de otros: esa es la cultura, una forma de vida, una forma de ser, de expresarse y de amar.
Dicen que la cultura es todo, y es verdad. Nada queda desechado o arrojado a la nada, la nada también existe como existe el otro lado de las cosas, las partes que no vemos en nuestra visión plana. La nada debiera ser considerada a la hora de ponerse a contar y decidir qué hacer en los momentos muertos, cuando ya no existimos, cuando no nos nombran, cuando nos ignoran, cuando nos ven y es como si no existiésemos.
Algo habrá qué hacer con ese espacio desperdiciado en los sitios donde no hay nada en apariencia y de entrada sabemos que es un espacio acaso libre y despreocupado, dejado sin nada y con todo a un tiempo. La nada es el papel en blanco que motiva la creación, y la imaginación. No puede haber destrucción en un lugar donde no hay nada.
La nada te salva de la devastación; y el ejercicio de las hojas en blanco, la mente en blanco, no pensar en nada, es realmente lo que nos relaja.
El resto existe y va de un sitio a otro: lo mueven, lo mueves o se mueve solo. Hoy mismo podrían aprobar tu remoción y dejarte en la nada, en lo impune que es de pronto que alguien tome una decisión en tu ausencia, que es el lugar común donde se deciden la mayoría de las cosas.
Lo que existe se mueve aun permaneciendo inmóvil, se pide que se mueva, que sea removido, que tenga vida o muerte, que vaya al cadalso y se despedace. Entonces las personas pasan por ahí y tratan de mover una piedra, de acercarle objetos para desparecerla o confundirla, pero la esencia se mueve. Hay objetos que son más esencia que materias, cuerpos incluso que son más olor, inspiración, miedo, calor, frio, color, que materia.
De alguna manera sea lo anterior el objetivo, o no lo sea, la cultura se mueve hacia las fronteras de lo que hacemos y proyectamos. La cultura trata de salir del espacio pequeño que habitamos y darse a conocer más allá del continente de nuestro cuerpo. Es un río que se desborda, ya sea lleno de lodo o agua cristalina.
Somos lo que otros ven, lo que otros oyen y dicen de nosotros, somos ellos y los otros con quienes convivimos y morimos, con quienes viajamos o nos quedamos para siempre, con quienes imaginamos y realizamos, con quienes ganamos y lo perdemos todo en esta vida.
Somos también lo que no somos. Lo contrario al resto, la contraparte, la otra mitad, lo de en medio, el prefijo, el olvido, la nada también somos y tenemos un nombre o nos lo instalan y si alguien nos habla ese somos, el que viste y calza, el que ve y calla, el que despotrica, el que tú digas, el que no quieras, el que ama o no lo hace. Simplemente anda, como andamos todos, con el alma empeñada en su molino de viento.
HASTA LA PRÓXIMA.
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