Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Porque la poesía lleva al arte, a la realeza del mono sui géneris en el laberinto de un arco.
Los poetas son los hijos de los hijos descarriados, y locos honoris causa de las imposibilidades y las utopías inmediatas, perdidos en su aniversario. Esta es mi poética personalísima:
La poesía conduce un tanque de guerra, un boxeador amateur, una hebra de metal. En la antigüedad la poesía se dedicaba a la conversación considerada así misma poesía. El habla es poesía.
El arte alude y reúne los acontecimientos que hacen surgir el poema. La poesía ahí está, frente a nosotros. Todo es poesía.
Dicho esto, todos somos poetas de una u otra manera.
Es muy relajado escuchar el poema de alguien que lo recita con descaro. Hay un lenguaje racional de la iluminación entre un poema y otro, hay una ración sagrada. Las palabras son realmente incendiarias del alma.
Porque la poesía lleva el arte en sí misma y fue primero la poesía puesta en las cavernas, la interpretación del alma, del espíritu guerrillero y cazador de venados y vanguardias. La poesía tiene ese significado, ese incidente creativo y creador que prevalece.
La poesía es creatividad, por eso es contemporánea. Y se refiere a los espíritus y a las realidades menos distantes.
Y sin embargo es primero el arte, la forma estupenda, el remate, la palabra sagrada que va y ensarta su veneno mortal, el adormecimiento de los pies. El descubrimiento del suelo.
El poema es el viaje entre el objeto y el artista que se le queda viendo.
El poema se desprende de sí mismo. En un poema que se escribe o se sueña, se inicia la experiencia poética como una pequeña nube de gloria, como una canción que apenas se escucha.
Es poesía el constante descubrimiento de la vida, la poesía es el canto de la vida. En las ramas alguien canta, no sé quién, pero quería tener algo que decir durante una poesía. Pienso en poetas admirables como Octavio Paz u Odysseas Elytis. Con su mejor poema. No que sean poemas esenciales para todos, digo que eso son quienes tienen los poemas para mí.
Alcanzo a decir que no dudo ante otros poetas que me subyugan como Pessoa, Rainer María Rilke, aunque a Octavio Paz nos une de otra manera la historia nacional de la literatura.
Rilke contribuye siempre a entender el existencialismo que nos indica la hora de nuestra muerte, Y hay una palabra franca.
Odysseas Elytis con “El monograma” es otra constante en la cual un poema amoroso puede ser al más hermoso del mundo. Una manera de percibir la imagen de la inmortalidad cuando se mira un árbol. Por decirlo de modo surrealista que estaba de moda en la primera mitad del siglo pasado en la Grecia de Elytis y en el mundo, como una vanguardia.
Escribir un poema es luz de mediodía. Siempre hay luz pero esta luz la alumbra, le da vida. Un poema es la pequeña vida que va dentro de una vida, pero afuera es el espacio que nos une a los otros.
En ese instante, en el del poema, el artista mide el valor de ir a descubrir una taza de café encarnado en unos ojos bonitos. La tarde puede ser un café lo suficientemente cálido como para sentir el irremediable mecanismo de sentirnos a gusto.
El poema abre el camino para descubrir el objeto que se nos presenta. El poema nos presenta. Y aunque se puede transformar o ser llevado hasta las últimas ocurrencias en el lenguaje, siempre es presentar, presumir.
El poema es de toda la gente, a donde vuelve. Como la noche y el día, la comunión del poema con el poeta que vuelve y el mundo arde.
HASTA LA PRÓXIMA.
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