Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- El infierno está ahora colgando, debajo de las axilas, metido en las ingles, robando espacio en el cuerpo, desquitando su trabajo, cobrando su legado de pacificador pendenciero.
El infierno está ahí sentado moviéndose, retorciéndose en al aire de una guantada, de un único trazo.
Es el otro paso, el que no se dio, pero queda como recuerdo, como llanto no dicho sin queja, como queja sin llanto aguantado hasta el cansancio, el infierno es desahucio, nada, todo, afuera, negro y blanco totalmente palacio.
El infierno es recogimiento, oscuridad total, nicho descarnado de diablo, de habla ligera y sencilla de hueva.
En las estaciones donde nadie ha pisado pisas y caes al abismo del infierno, ese donde oscurece. Entonces nadie te habla, se detiene el tiempo y hay que ir a buscar el honor de que alguien te mande a la chingada.
No es una espera ni ir, ni siquiera mover un dedo para incidir, es una simple comparsa que viaja contigo a todos lados, el infierno es uno mismo honestamente, callado, terriblemente bueno, estúpidamente terco.
El infierno es sonido gutural, voz inaudible, número inaudito, increíble parlamento de viento, ejecución de órgano melódico en el llano. El infierno estaba aquí en las manos y lo perdiste en un juego de dados.
Con el simple semblante desde la ventana notas la fuga del humo, la veloz retórica del fauno, el intestinal coraje de los perros corriendo en el patio. Entonces preguntas la hora ya ocurrida, ya pasada por agua.
El infierno ha crecido desmedido como tus pantalones, ahora se ha dejado el pelo largo, creció como barba, se ha arrepentido en las puertas todo un sábado de gloria, un día resucitado, otra vez muerto en la penumbra otra vez ignorado por el diablo.
Es de suyo que los camellones que trajeron el silencio se lleven arrastrando las colchas, los apartamentos de un río seco, que las piedras no se escuchen decir que se ahogan, que la forma se sale al fondo del bagre, que el pescado se ría de sí mismo en vez de salvarle.
Callas y es el diablo metido. Callas y es el diablo escondido, escogido y simulado, disfrazado de bueno. Entonces comienza a negar al infierno, cuando todos decían que no había diablo sin infierno o Dios sin el diablo.
El infierno fue antes del pensamiento, antes de hacerse a sí mismo, el diablo es un habitante sin puertas, un ego, un desdichado promotor del voto secreto.
HASTA LA PRÓXIMA.
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