Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victorias, Tamaulipas.- Por todas partes hay uno, levantas un cartón y ahí hay un oprimido, donde todos pisaron.
Hay oprimidos que no vieron, otros que siempre han estado ahí a la vista de todos.
Costumbre de los pueblos es mantener el culto- y aun después de fallecidos, antes de liberar su alma en el inframundo- a los políticos iconoclastas.
El tema es la musicalidad en que renace cada vez una nueva imagen entre la gente, en los cristales.
Protectora de las pasiones la ciudad tiene la boca pintada de mujer devoradora mediante el sacrificio humano, relieve de canciones, gran sonrisa con que los dioses agradecen su existencia.
Al norte del corazón la cultura es una leyenda que va perdiendo razones. Se gobierna con la mano seca. Afuera sale el sol cuando la noche se sacia.
La creación de las primeras horas es una práctica del cuerpo. Una desviación de países extraños. La opresión son muchos servicios, una gastronomía homofóbica, una fascista comedia.
En la tierra colorada, en la cocina y en el mestizo folclore de las palabras la poesía se escribe a sí misma para celebrar las fiestas regionales. Es agua de canela, el poema sufre la condición humana.
Sobre la mesa están las frases. Por la desigualdad, la integración, la nula participación, la falta de ciudadanía.
De qué otra parte el poema recoge la voz. La sociedad se expresa por sí misma. Entonces en medio, justo en el centro creador debiera escucharse sin remedio la voz del portavoz. La extraña melodía.
La opresión no solo es un golpe de tajo. Una extorsión al revés, una filosofía dentada desde un decreto oficial. El silencio es también vanguardia de los analistas.
Los oprimidos son sus audiencias, los audífonos puestos para evadirse del mundo de su casa cayendo, de la injusta cadena. No es el golpe que aniquila sino el que acorta, el que coarta, el que empareja. El que empobrece. Los muchos pobres, los pocos pobres, la ausencia de pobres y los pocos ricos.
La opresión en la educación. La pasión por la opresión. La opresión por la opresión o por árboles más altos.
Describes los personajes sin preguntar, a quién le importa ver por dentro la historia que siempre es la misma, del naces te desarrollas y mueres.
Algo mueve a las personas a la intrascendencia, al viaje hacia atrás, al constante pasado de la vida.
Trascender es, pese a la opresión, tocar fondo en el pequeño y reducido espacio de la eternidad, hacer el perfecto y meticuloso registro de las moléculas. Se trasciende desde una imagen clara, una eficaz raya en el suelo, un surco en la tierra.
La opresión contra todo, es amago, pasos que se escuchan, largos silencios, demostraciones de afecto, misterioso apremio, locuaz pensamiento, agradecimiento correligionario.
La ocasión hace la opresión y entonces tienes una opresión luego de algunas horas de hacer fila y recoger un continente.
Nunca se sabrá hasta dónde es opresión el precio, el subempleo, la barbacoa, el mismo oprimido, la risa en los diarios, la pequeña unidad de la ciudadanía, la isla poética.
HASTA LA PRÓXIMA.
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