Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- La policía ha rodeado mi casa. Primero llegaron unos chavos que se quedaron a conversar por largo rato; oscurecía, y sus voces que se escuchaban claramente hasta la habitación donde me encontraba no me parecían conocidas por ningún lado.
Uno de ellos hablaba leperadas todo el tiempo por el celular, trataba de demostrar “don” de mando. Más tarde le hablaron y reconocí el escenario, era su esposa que le habría encargado algo. Me asomé de plano sin que me vieran y vi como a cinco batos que comían en platos desechables.
Traté de elaborar la historia cuando ellos subieron la voz, esto sin que estuvieran tomando cerveza. Decidí salir justo cuando se fueron. Pero en eso llegaron los policías.
Ahora que veo a los policías por la ventana, todos me parecen conocidos. Actúan sospechosamente y bajan la mirada cuando ven pasar a otras personas, pero hay aquellos que miran de frente y si te les quedas mirando te confrontan.
No enoja un poco que ya no se tomen la molestia de encubrirse, en este caso.
Oscurecía de veras y al rato comencé a ver las sombras entre la noche y dos patrullas con esos sujetos vestidos de negro y amarrado el hocico vigilando mi casa.
A cada rato oía que hablaban y al asomarme no era a mí, era entre ellos. Algunos buscaban los agujeros más inexpugnables de las cortinas para localizar el justo punto desde donde siempre los estuve a la vez vigilando.
Adentro en el cuarto trataba de escribir algo. De nuevo escuché las voces y un golpe en el portón de mi casa. Al asomarme vi que un policía lo usaba para recargarse mientras hablaba.
Yo iba a salir al Oxxo a comprar unos cigarros, pensé en dejar la puerta abierta, y encargarles el changarro, pero no lo hice.
Hay de esas veces en que no conviene ser tan temerario. Así que tampoco salí, con tal de seguir escribiendo. No sé qué. Pero estaba escribiendo.
El caso es que seguía sin entender qué diablos hacían los policías afuera de mi casa, seguramente más de rato saldría yo a preguntar ingenuamente ¿Qué se le ofrece oficial?, ni que fuera una película.
A lo menos para la ciudad en la que ando debiera contar yo con una escolta. Muchos la tienen.
Pero le ando pegando siempre al valiente y una vez que me empecino en algo nadie me detiene, así que me puse una camisa y salí al Oxxo a comprar unos cigarros.
Cuando vieron que abrí la primera puerta, y esa era una reacción que yo estaba checando en ellos, ellos voltearon a verme para checar mi reacción al verlos a ellos y ver en mi cara las posibilidades del miedo, o la ausencia absoluta de cualquier sentimiento.
Uno de ellos que estaba arriba del tapanco de la camioneta les cuidaba las espaldas según él. Hasta me hizo pensar que allí adentro en la cabina trían protegido un alto mando.
Acto seguido dejé esa puerta abierta por donde sale la luz del foco amarillento. Y caminé los cinco pasos que me separan del portón donde hace rato estaba hablando el policía con su otra vieja.
Ellos, desde todos sus puntos estratégicos seguían mis movimientos. Yo trataba de adivinar qué chingados. Si hubieran venido por mí ya estuvieran sobres de mi desde hace rato. Ni siquiera hubiera ofrecido resistencia.
Pero como ahorita ya se hizo tarde y como quiera no he podido escribir ni madre, heme aquí listo para salir y dejar la hoja del portón abierta.
Pensé que me hablarían de perdido para decirme que había olvidado cerrar la puerta, que está de más añadirlo, me ocurre todos los días. Así que era un trámite.
Quise regresarme para que me apresaran, en todo o en ningún caso, que me establecieran las esposas apretadas a las muñecas, reventando las venas.
Pero tampoco quise; ¿huir?, tampoco, ni que hubiera cometido un delito sin darme cuenta, estoy loco pero no tanto.
¿Y si como en otros cuentos sales con tus chingaderas de que estabas soñando carnal? Nombre, aquí voy vivito y coleando. Pienso en cómo regresar ahora a mi cuarto.
Escucho unos balazos, la gente que yo antes no había visto, sale de su escondite secreto y atraviesa la calle. Decido regresar a mi casa, o lo que haya quedado de ella en el peor de los casos. Tal vez un bombazo de a grapa y van a pensar que estoy muerto.
Corro para la casa por calles donde chingos de veces he corrido noche y día, por eso en la oscuridad soy un gato. Por fin veo las llamas que salen de mi casa y en el resplandor relampaguean las figuras de los policías cuidando la puerta.
La casa de la vecina estaba completamente en cenizas y me asomo por un hueco que fue ventana hace muchos años.
Los policías sin embargo luego de que se retiraron los bomberos, siguieron afuera de mi casa. Fui y les pregunté y, como tampoco me supieron responder, supuse que no se pudieron ir antes de que yo concluyera el relato, sino años después, cuando ya no existimos.
HASTA LA PRÓXIMA.
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