Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- A los dos Rigos no hagáis caso, el otro Rigo que soy me miente, yo a su vez respondo, no encubro que a veces desde la oscuridad, en la exploración de la noche, nos lanzamos vituperios.
En los museos de los inmóviles, en las calles de México digamos, en los murales donde nos quedamos, el otro que soy hace el prólogo del milagro de que por fin pongamos el juego de cambiarnos.
Días enteros paso las noches sin comer y con el sombrero puesto, simple metafísica de una novela que únicamente se piensa. Se editan papeles que se espolvorean en la rescritura y en la ideología idiota.
Pero aquellos años los olvidé en estos, yo sentía que existía, el otro era un borrador, una previa respuesta a la realidad frente a la tumba del otro que aún no muere, que soy.
El tránsito no es hacia el final sino al principio, hora del regreso para publicar mi unidad, volver a narrar la leyenda que se termina leyendo.
Yo mismo escribí una novela pensando en Rigo, si he venido es por los cacharros rotos, lo dejado suelto, por el cesto que ambos dejamos.
A veces me pierdo y explico que estaba muerto, pero en la entrada y salida de este hospicio, me encuentro. De un día para otro no me veo más, sólo me reconozco cuando estoy solo, en un momento de la espera me llamo, varios años después me llega el silencio. Ese era.
Hay un momento propicio para el ser, para nacer, pensando en eso soy el otro. Entonces construiré una máquina para revivir al que se está muriendo.
Aunque somos dos somos ninguno cuando no sabemos quiénes somos, cuál nota musical escuchamos al mismo tiempo, o dónde, en cual sitio escondemos la mano con la cual nos apedreamos.
En la espalda de las letras está mi libro, más que libro es el otro, el eterno. Yo soy un obrero, hago pequeñas venganzas en las que me complazco que culpen a Rigo, textualmente digamos.
¿Cuál es el yo? No sé. Al punto en que se corre el rumor de que soy una creación del otro. Escribo. Pero no mi autografía, el universo alcanza para los dos, donde hemos estado está en medio el azar de haber nacido o el no haber visto nacer al otro.
Cuando he ido a visitarme, aquí me empleo a fondo, me llevaba un almuerzo, una manzana oscura y verde, con muchas frustraciones impublicables.
Al último, qué caso tendría recomendar su lectura o la mía. Me pregunto si es la misma.
Yo que ahora me preparo, me instalo el saco, y salgo a pasear para encontrarme con Rigo, para saber de mí en una retracción del pensamiento.
Busco lo que haga que no sea un loco, busco una coherencia en esta isla, para no repetirme en la vida sin suicidarme.
HASTA LA PRÓXIMA.
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