Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Hay lugares como espejos. Lugares extraños adentro de los ojos, sitios inexplorados al cerrarlos, mitos, lo jamás visto.
En este sitio hace rato alguien tomó el mayor riesgo de su existencia. Para mí que estoy en otra parte, tengo el peso que alguien equipara en una balanza.
Lugares, sitios comunes que ven los ojos. En ciertos lugares hay diamantes como negros ojos donde nacen las palabras.
Todo lo que cae, sabes, comienza a subir y a eliminarse de nuevo. La historia es la misma, inventamos la ignorancia. Las cosas son lo que son y no empeoran en una gota de espejo.
Los lugares son terrenos provechosos, lugares en el hueco de una azotea, costosos balcones que van a la calle. Es un vistazo al cielo desde ahí por la tarde. La noche junta flota en una cadena de helio. Las corneas siguen a una paloma.
Los lugares cerrados son zapatos boca abajo, entonces la noche blanca cae en los pechos. La sombra es tu silueta atrás del sol que no sale en la fotografía. Le dispararon antes.
Que les parece cavar grava y encontrar oro. La metáfora es una daga. El mundo sigue siendo aquella máquina que tiembla como si estuviera pasando un tren.
Más grava que oro, mil veces más agua, más brazos, más trabajo. La mezcla es la base de una zanja. Un par de tornillos empujan la única puerta que abre otra.
En un lugar, en un instante de fiebre, haciendo que pase en el sentido contrario del silencio, la poesía sin palabras y las pequeñas sombras me sobreviven.
La poesía más que un lugar es el fondo de los lugares, existió antes que los lugares y que las revoluciones poéticas. Antes que el trueno, que la luz final. Antes de la invasión de la gramática.
En un lugar del descubrimiento había tierra en las orillas del papel. Lento y solitario, el texto raya en la ventana por donde se desliza el paisaje entre las colinas, afuera del país.
Hay lugares donde un espejo se quiebra, incluso describe un pequeño holograma en el aire. Y un pájaro pica el hielo del invierno.
La poesía pura es morir sediento, es una elegía interrumpida. Nadie existe, nadie se ha visto todavía. En una experiencia poética somos voces. En coro nos volvemos siluetas, nos diseminamos en el lenguaje absurdo.
El lugar es intensidad en el tiempo que desaparece, el tiempo que se desgarra. Es lo que aprietan los dedos y cuando los abres no tenían nada. Lo interesante es la posibilidad.
En el fondo somos el viaje de una piedra, el ojo que retrocede minado por los reflejos que inventan el día sin parpadear.
El canto se vacía de segundos, es una imagen este sitio, el preciso momento en que un espejo se quiebra al verse en otro.
HASTA LA PRÓXIMA.
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