Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Nos ha costado mucho esta victoria. Y aquí está comoquiera, viéndonos pasar como todo en la vida. Viéndonos de reojo.
Nos ha costado mucho desarrollar esta ciudad a pesar de sus alcaldes, a veces en contra de ellos y otras veces por el simple hecho, para detenerlos en su voracidad y su ego.
Nos ha costado miles de muertos desde que se fundó. Desde que un grupo de españoles encontró este vergel ocupado esporádicamente por indios chichimecas semi nómadas.
Nos ha costado mucho mantener un mercado que ni se moderniza ni se colapsa, está en el subsuelo, no lo ven los alcaldes, se volvió invisible como si una vergüenza como si un pudor lo acomplejara.
Nos han costado las calles que corren como locas a refugiarse en sus canales, en sus arroyos cuando llueve, en los tristes baches. Maniquíes de hoyos recurrentes.
Éramos pocos y somos muchos, pero parecemos los mismos, padecemos de lo mismo, nos alegramos de lo mismo, somos los mismos, nuestros viejos, nuestros muertos y nuestros orígenes inciertos.
De una loma bajan y suben los estudiantes de toda una vida, baja el santuario de mujeres bonitas, la feliz carcajada, el bulevar de los sueños rotos, la mirada fija, el corazón en pedazos.
El río va todavía en la espera del agua. Es una historia triste, una vida sin alma.
Eres fotografía, poesía, agua, tierra, anacahuita, framboyán, pitayo, mitología de henequén, resabio de correcaminos extintos.
Victoria sin victoria pero con nosotros. Con nosotros por dentro, por fuera, por el subsuelo en los ríos subterráneos, en las calles, en las plazas y juegos, en los laberinto de los faunos, en sus poetas del barrio de la peregrina, en los sueños pedidos en el área de pajaritos, en las escuelas de los años veinte.
Juntas gente en las esquinas, la gente observa para todas partes y se va, se queda, se suelta de los brazos y comienza a desplazarse por dentro, en la sangre de la localidad.
Victoria. Vicky Ranch. Quien te visita se queda para siempre o siempre añora regresar. Eres el mar sin mar, la noche sin sueño, el suave despertar de una montaña.
Hay ojos que nos miran, hay cámaras por dondequiera, dicen que es la modernidad y no una actividad represiva, yo digo que no sirven de nada, ni para tomarse una selfie que nos dé tiempo a correr para salir con la novia, con la que nos gusta.
La ciudad es un reflejo, pero se pudre por dentro. La ciudad es el viejo espejo que se quiebra cuando cae uno de sus hijos, que se empaña cuando uno la mira de cerca.
En algún lugar la ciudad debió ser otra y no esta. Celebremos Victoria nuestra ciudad, la de todos y contra todos, la que quiso ser, la ciudad que es, una simple ciudad, una sencilla ciudad tal y como la queremos, diáfana y seria, alegre y solaz.
HASTA LA PRÓXIMA.
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