Por Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Entre la nostalgia y la avidez de los sueños las ciudades se transforman. Los viejos quieren que así quede para no perder nada de lo que fueron: las calles que caminaron por ejemplo, o lo que vieron como un tesoro celosamente guardado en alguna parte de su cariño y respeto.
Sin embargo es como un río que se desborda y va más allá de su circunstancia y su naturaleza, la naturaleza misma cambia y cambia su circunstancia, su entorno, y muchas veces cambia de ruta y finalmente se sumerge en el subsuelo entre tuberías de agua potable, cables eléctricos y drenes de aguas negras.
En su añoranza, los mismos ríos, en cuyas márgenes se fundaron la mayoría de las ciudades del mundo, de vez en cuando dan muestras de querer retornar a su infancia, a donde se formaron, en el viejo cauce, muchas veces invadido por calles y casas.
Las calles, antes vacías, se llenan de gente que brota de los suburbios, de los fraccionamientos amplios donde hasta no hace mucho tiempo había monte, entre los terrenos ejidales que hace poco tiempo se compraron a precios irrisorios a los ejidatarios.
Otras construcciones fueron restauradas, pero con suplicio, por quienes no soportaron la tentación y cambiaron el piso, o incrustaron acrílicos, como el caso del edificio que alberga la pinacoteca, o “Casa Filizola” como se le decía, por haber sido esta familia sus antigua propietaria, donado posteriormente al gobierno del estado, o mejor dicho a los victorenses, por la familia de comerciantes de apellido Medina.
En iguales condiciones de restauración definitiva quedó la que podría decirse remodelación del ex asilo Vicentino, cuyo complejo fue horadado por aluminio y acrílico. Edificio que al día de hoy, celosamente custodiado, se cobra por tomarse una fotografía en los jardines que lucen objetos extraños al inmueble de finales del siglo antepasado.
La plaza de armas, Plaza Juárez o plaza del “15” como el pueblo le puso, fue reconstruida, pero en ella se arrancaron los ricos mosaicos de mármol que durante el sexenio de Emilio Martínez Manautou fueron traídos con orgullo de las minas de San Carlos, Tamaulipas y hoy cambiados por mosaicos de concreto adquiridos a una empresa de Monterrey, Nuevo León. El resto de la remodelación consistió en cambiar las fuentes por un jardín de flores cuyo mantenimiento requiere preciosos recursos cotidianos para mantenerse colorido, pues incluso algunas de las plantas ahí sembradas no son de la región.
En ese pasado histórico de cambios y luchas urbanas se transformó el parque Zoológico de Tamatán, que fue ampliado al frente, cruzando la calzada, pero se llevó en ese encuentro -entre modernidad y tradición- el viejo lago que hoy todos extrañan y del cual se conservan algunas fotografías de sus lanchas rústicas.
Parecido fenómeno urbano ocurrió durante el periodo gubernamental reciente, en la ampliación casi entre comillas de la calle 8, reconocida por mientras como “8 de 8” debido a que contendría 8 carriles y a que es continuidad de la calle numerada con ese número, donde hay críticas de la ciudadanía, ya que a simple vista nunca se cumplió con lo que el proyecto inicial contempló.
Pronto, la calle Francisco I. Madero, 17, o alameda 17, como se le nombra, aun sin los álamos, no será la misma. Hoy con fresnos, orejones, framboyanes y ceibas, entre otras, en sus camellones, será modernizada en los conceptos actuales de loza y concreto, según se aprecia en las maquetas y en la muestra virtual que se ha presentado a la ciudadanía, misma que en diversos foros y medios ha expresado su opinión en diversos sentidos. Quienes están en contra señalan el gasto innecesario para una calle cuya vocación es la del paso del peatón y de los carros y la tradición de la ciudad, cuyas banquetas de cantera nos lleva a terrenos de la vieja escuela urbana.
Pese a ello, los a favor, que incluso han sido duros a la hora de ejercer su dominante fervor por la remodelación, compuesto por el ayuntamiento local y algunas asociaciones que en ese tenor se han expresado, alegan que el destino de esta rúa es más bien turístico, que se respetará la flora, que la idea es tener un lugar de paseo y a la vez enlazarla como un espacio deportivo que lleve del Paseo Méndez al estadio Marte R. Gómez, cuya explanada ya fue remodelada, incluso concluido el amplio estacionamiento en el sitio donde por años estuvo el parque de beisbol “Praxedis Balboa”, en lo que las glorias locales de los equipos profesionales “Los Pericos” y “Henequeneros” aún recuerdan los amantes del rey de los deportes.
Hay espacios que se han construido innecesariamente, como el túnel frente al Santuario de Guadalupe, por donde no se anima a meterse la gente para cruzar la peligrosa curva que baja la Loma. Pese a su costo, luce vacío, con suciedad permanentemente y ante el problema de inseguridad es una cueva de lobos por donde, a ciertas hora, nadie se atrevería a pasar.
Otras obras han marcado huella por su insolvencia entre la ciudadanía victorense, como el inconcluso eje vial que cruza la ciudad por el costado poniente, el cual es intransitable en un buen tramo en épocas de lluvias y en donde ocurre un alto porcentaje de accidentes y cuyo alumbrado por diversos factores resulta insuficiente.
De igual manera, la remodelación del Paseo Méndez ha sido criticada por la gente, ya que señalan que ésta sólo consideró el cambio de plantas y el derrumbe de la fuente de ladrillo cubierta de cantera, a cambio de una pequeña explanada y la sustitución del sistema de riego (del que fue dotado y que ya mostró las mangueras fuera de tierra antes de que concluyera el sexenio), y una bodega para herramienta.
Otra remodelación la vivió el Teatro Juárez, un poco más atrás, cuyo afán llevó a los ingenieros a cubrir los murales del pintor tampiqueño Alfonso Xavier Peña, hoy tapados con madera, cuya especulación es saber si aún se encuentran y el estado de deterioro que presentan. De eso, diversas voces se han manifestado tratando de demeritar el valor de dichos murales del maestro, una obra que muestra las máscaras del teatro griego de manera monumental, pues cubre las paredes laterales y fundamentales de lo que durante un tiempo fue cine, y que hoy, otra vez, casi en el abandono por falta de mantenimiento, parece colapsar.
Al oriente, ante el derrumbe del puente sobre el río San Marcos que comunica a la colonia moderna fue ampliado con más capacidad, sustituyendo al viejo puente caído que por cierto duró casi un sexenio en el agua, luego de ser derrotado por un aguacero. Dicha obra, de la cual hoy nadie se queja, comunica a la ciudad con la carretera a Soto la Marina.
Un caso extremo, pero con resultados a la fecha, fue la remodelación de la Biblioteca Marte R. Gómez que estuvo cerrada durante un año para ese propósito, durante la administración de Egidio Torre Cantú, y extrañamente puesta en funciones sin haberse concluido. Por lo que durante la presente administración se volvió a cerrar, para remodelarla de nueva cuenta, pero reabierta, reinaugurada y puesta en funcionamiento normal a la fecha.
Pero de otras obras excelentes de remodelación, en el pasado reciente, se da cuenta la ciudadanía y tampoco se queja: como la remodelación de la antigua Escuela Técnica Agropecuaria, convertida a la fecha en el Colegio de Tamaulipas; o de la ampliación de las canchas de frontón; el amplio estacionamiento que sustituye al viejo parque de beisbol que fue puesto en otro lugar sin conservar su nombre “Praxedis Balboa” y puesto al poniente de la ciudad por los rumbos del barrio que se conoce como “Tamatán”.
De manera particular, algunas familias prefirieron restaurar su entorno en el primer casco urbano para la preservación de la historia familiar. Como el barrio del 15 y 16 Ocampo, ocupado por casas habitación de abuelos, oficinas, pequeños consultorios de los herederos de quienes fundaron la ciudad o simplemente aquí nacieron.
Sin embargo, lejos de los intereses de las autoridades encargadas de la conservación de inmuebles históricos como el Instituto Nacional de Antropología e Historia, aun sobre el registro como bienes patrimoniales, el tiempo espera por una restauración de las casas más emblemáticas del primer casco urbano. Decir la restauración de un barrio completo es decir mucho luego de que sin lugar a dudadas para esta ciudad ha habido el silencio de otros intereses o tal vez solo las prioridades de los gobiernos.
La ciudad se ha transformado en pocos años en sus cuatro puntos cardinales. Hay modernos edificios que se hicieron a campo abierto que hoy son oficinas gubernamentales, instituciones educativas particulares y oficiales, campos deportivos a las afueras de la ciudad, lugares de recreo naturales que cuentan con una mejor infraestructura como el arroyo de “Los troncones”.
No obstante, entre la nostalgia y la avidez de los tiempos modernos, está la participación ciudadana que es el gran tema en el contexto mundial para el desarrollo de las ciudades. Esto evita que no suelden inconformidades con intereses de algunas personas, sino que, puestos de acuerdo, minen las posibilidades de que un cambio urbano resulte oneroso o simplemente innecesario.
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