Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Estoy aquí espiando al tiempo, al Dios de la magnífica ironía que me lleva en la sangre. Para uno, el país no es el sitio que se pisa ni la suave patria de tierra que nos cubre provisoriamente mientras llega el olvido. A mí solo me pertenece lo que añoro, lo que no he perdido en el filo de un cuchillo.
La posteridad es la obra maestra de un poeta, desde el misticismo, en el año en que nace todo y muere, en lo que mi voz callada escucha el piano de las once en punto de la mañana.
La abundancia es déficit, en nuestro tiempo lo grande es lo falso, creer es mentira, soñar no es un sueño sino un invento contado en los bordes de la sencillez de infelices oyentes.
La grandeza está en lo pequeño, en lo que cabe en la mano, la fórmula secreta jamás revelada con premoniciones de no existencia.
Despojado así de la vana palabrería, soy nada. Demasiado ralo, escaso árbol horizontal que arrastra una mañana como esta. Todas las hojas están hechas a base de frondas de sombras, de bebidas alguna vez naturalmente en sus copas. Son lecturas o lo eran.
Para oír lo fundamental hay que raspar las paredes con paisajes y reflexiones, todo puede valer y volver por sus palabras, cada quien escoge, recoge, deja sembrada la idea, la encubre, sus palabras son otras palabras.
Por la ventana entra la resolana, hay poemas consignados en la cámara cinematográfica que un día, para la posteridad, dejará que la mecánica cuántica abra la puerta. Esa es la imagen imaginada.
Yo voy recorriendo las calles en breve, como si fuese un acontecimiento en un cuento íntimo, poema regado, disuelto en los cercados agujerados por los ladrones. Demasiado ir, demasiado quedarse en el porvenir. Sin que se escriba.
Me ayuda este soy, lo que no me lleva al conocimiento sino al misterio, donde está el consumo, donde está el haber que todavía no ha habido. Esa era la cultura antes de la imprenta. Siento explicarme. Siento contradecirme.
No sé quién soy, camino para ignorarme, para olvidar al yo, para basarme en el caso de que alguien me asesine la ausencia. Camino sin sentido, muy vulgo, entrada la noche de las razones en una hoja estirada.
En el antagonismo he marcado mis territorios, son estrechas longitudes, se cumple deliberadamente el vacío de dondequiera que sea, se comunica de manera perfecta la profecía, el postulado inicuo de mis testimonio de légamo que nombra las cosas de otra manera.
HASTA LA PRÓXIMA.
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