Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- En la esquina de un libro, al dar la vuelta y ver el resplandor, paso por la soledad roja de la soledad.
Impreso en grandes hojas de colores sembrados en mi mente, creo conceptos inconcebibles, evidentemente cambio mi suerte, mi granja es otra a partir de mis lentes.
Un género cinematográfico inspira por lo menos la penumbra, al dar la vuelta, ese que fui regresa. En las amplias cortinas caen del cielo los nubarrones rojos, las duras cicatrices del asfalto.
La épica consiste en ir siempre a la desventura, pero todo empieza por el arrojo, por el coraje incomprendido del viaje. Voy hasta la hazaña, no llevo armas, sólo metáforas.
En el tomo llevo el confort de la buena salud, ahora que hablando del heroísmo voy en la escabrosa sombra de una pared.
Aquí se celebra. La ficción permite el paso de los antepasados, la música es la biblioteca informativa, llena de objetos necesarios, de voces psicológicas.
Si tuviese una lupa vería el cargado silencio de mis noches. En un tomo, al otro lado, en pleno ruido, está la conquistada voz de la farmacia, los rescoldos del placer metido a sabio, lo irónico que resulta una lectura a oscuras.
Alguien desea entrar en la otra sombra, he visto crecer los dedos en el páramo como ímpetu de alas, mucha poesía, acaso he dejado crecer el césped en casa de otra casa. A mi vez soy vuelo, carácter, crepúsculo lento sobre una roca azul.
En la esquina de un libro, en los temas, en la pasión de una charla, la sangre inicia un idioma distinto, tiene otro nombre la pasta, el hule, el entristecido momento de contarle Los Miserables de Víctor Hugo a Dios.
A sangre fría la valoración de la poesía está en la naturaleza. La aportación es en cartón reciclado, es el poema recogido del fondo de un tambo alterno. La luna es un legajo de sueños tendidos en el pasto. En el pavimento se escurren los fantasmas de todos nosotros.
En blanco escribí una raya, una conjunción de tiempos, tengo la guerra, creo que los primeros libros fueron este que estoy leyendo. Leer es una evolución de hallazgos y un reencuentro de equivocaciones. El ojo es prodigioso.
Al dar la vuelta cinco años después no se había escrito nada. En la esquina vuelvo a crecer dividido en cablegramas, cada veloz minuto salgo en diez segundos, y no sabemos qué hora es.
En una pequeña población están mis manos abrazadas por la lluvia, la poesía la busca en el poema automático, simultáneo, incomprensible, sin darle tiempo a la yugular con la sed de la sangre, con el tema de los cántaros dadaístas.
En la esquina de mis dedos doy vuelta a la página como en todos los mundos, el paisaje en estado de gracia hace sensual la esencia al volverse importante en el paisaje lunar.
HASTA LA PRÓXIMA.
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