Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Así como te lo cuento hubo lapsos en los que pensé que te perdía. Siempre recuperándote. De un solo tirón te he querido. A veces el idilio es como un primer golpe que con el tiempo te vas quedando. Es la mano suave.
Con esa fuerza que busca caminar hacia delante y encontrarte, el aire mueve las llamas.
De pronto te acercas a mis brazos, te veo venir. La ciudad es la adversidad que sale lentamente de ti y nos deja solos.
Yo te iré mostrando la ciudad, sin darme cuenta, de una manera ambigua si tú quieres, donde se perfile el futuro. Puedo no solamente ver la tarde cayendo en tus pestañas y decirte todo lo que pienso, puedo quedarme callado como quien escucha hablar su propia obra.
Puedo empezar a hablarte de la ciudad ahora que estoy frente a ti y quiero mirarte para responder mis propias preguntas. La memoria es un profeta.
En pocas sílabas llevo tus libros en la mano. Inventé mi existencia cuando no estabas. Pude irme en la diferencia que hay entre uno que escribe y otro que lee.
En la crónica inconfundible, el viento me trae tus pasos en el silencio de fantasmas. La soledad arranca siendo un pensamiento hecho de palabras. La calle adquiere rostro de tus canciones, de tus juegos y sueños.
Aquí, por si escucho mis pasos. Estoy escuchando los tuyos. Hay un definitivo lapso de sensualidad saber que vienes y que hablas sonriente, con un fragmento de llama, con tu actividad intelectual, el interesante diálogo de la vida esta y todas las que surgen cada que uno piensa.
Como comienza un día, la noche dejó su sombra debajo de la respiración de alguien, no te muevas, deja palparte con mis ojos. Si estás aquí, desde ayer estás y desde luego que uno empieza a vivir y es hoy y mañana sin dejar de pensar. El hombre que te ama es este que te escucha.
Sin tener el texto ante los ojos te leo, te fundo, te creo de nuevo adentro de mis oídos, de un modo silencioso, en voz alta. Te estoy leyendo cuando todo es verdad.
Así como te lo cuento fueron los días sin tu voz. Les debo algo a todos. A mis pies, a los brazos, al eslabón que es la poesía. Al trago, a las nuevas tecnologías, a la ceremonia de reírse con los poemas
En tus ojos que me miran está la prosa, el sueño que me anima. En tus laderas, el poema visual va más allá de un poema.
HASTA LA PRÓXIMA.
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