Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Los tiempos cambian y uno también. La vida es la constante de cambiar o ser cambiado.
El tiempo es la sucesión de movimientos, de objetos que pasan ante nuestros ojos y no vuelven; como quería Heráclito, uno no se puede meter dos veces a un mismo río.
También acertó en aquello de que para que una cosa exista se requiere de otra. En el centro del logos situó el equilibrio en que dos fuerzas cometen el crimen que es a veces la vida, pues apretado entre el bien y el mal, a veces las dos partes que se ven son igual; o confundida, una persona puede, sin saberlo, andar perdida.
Es verdad que el tiempo no vuelve y ni quien lo quiera, es suficiente con éste.
Entre hoy y mañana no hay nada para nadie, cero a cero, pasa casi cualquier cosa que quiera pasar, nos sorprende la mirada, nos asusta ir o venir a ver, dejar los objetos nos da nostalgia, prever nos da flojera sin eventualidad, hombre previsor vale por dos, pero trabaja también por dos.
Uno requiere apoyo según a lo que juegues, cada persona es un liacho de naipes. Es un juego en el que todos ven la misma carta marcada y nadie la agarra. Así es esto. Lo más común no siempre es un acierto. La mayoría significativa no hace necesariamente una democracia.
Sin embargo, el ser inquieto se mueve por sí mismo. El hombre no puede detener el tiempo y entonces la vida se vuelve un resbaladero en una cáscara de plátano.
Nadie posee la verdad absoluta y eso andamos buscando como si realmente existiera. La vida es la vida de cualquier manera, y tal vez sin que nos demos cuenta la verdad, la nuestra, es una mano abierta y otra cerrada como la vida del homo sapiens que es debilidad y fuerza.
Pero justo en medio, sin ser arriba y abajo, atrás o adelante, están los ignorados, quienes no juegan ningún juego, quienes no fueron a ver el otro extremo por miedo, quienes perdieron el juego sin haberlo jugado.
Entonces yo Heráclito de Éfeso, me lanzo al río y me vuelvo cubo, vacío, esqueleto danzando, y floto viendo pasar la corriente arrugada del agua fría.
Pero los tiempos cambian, te haces de unas cuantas palabras y escribes una canción, unas palabras amables, una oración, y salvas el momento con el cual otros podrán recordar tu emoción al ver encenderse una lámpara.
Luego buscas ese tiempo perdido y no está, la memoria incluso ha vuelto a inventar objeciones en medio del olvido, para eso nacimos, para recostarnos en ese limbo.
El olvido es parte del futuro, el futuro lo niega, pero en el presente el pasado es reconocido. Aunque no por mucho tiempo.
HASTA LA PRÓXIMA.
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