Por Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- “Diciembre me gustó pa’que te vayas”, dice la canción, pero también es un mes para quienes se van o apenas vienen.
Llegan y ven para todos lados, hasta que se deciden a buscar la puerta de salida de la central de autobuses de Ciudad Victoria.
Afuera en el bulevar confluyen una buena parte delas rutas de los microbuses que cruzan la ciudad. En ellos también se llega al centro de la ciudad, sin problemas, y en solo diez minutos o menos, ya puede decir usted que anda en el centro.
“El autobús proveniente de Matamoros, es la hora de su salida, pasando por Tamasunchale a cualquier parte del país”, parecen decir desde un altavoz viejísimo y la gente confirma, se levanta, sujeta su equipaje. En un par de cobijas alguien amarró enseres del hogar, pero en una maleta lleva una buena parte de la vida. Sí, es un equipaje y hay quienes cargan hasta con los recuerdos, los regalos, las bicicletas nuevas y viejas, los relicarios, los mantos sagrados para dormirse en los asientos que van más allá de lo reclinable.
El beso en la puerta, en la pequeña fila, que no falte, y la mano en la boca de la madre que ve a su hijo ya grande diciéndole otra vez adiós, por la ventanilla.
Un empleado nos comenta que los destinos más comunes en la central camionera son los municipios aledaños a la ciudad. La temporada ha venido a menos por múltiples razones, que, a decir de uno de los empleados, está en primer término el problema de la inseguridad.
“Prefieren hacer una video llamada; para estas fechas estaba todo lleno luego de que salían los de la escuela, pero desde hace 5 años a la fecha se nota que ha ido a la baja la afluencia”.
Son muy socorridos los autobuses foráneos a Matamoros, Reynosa y Monterrey, sobre todo sus puntos intermedios, como se dice. Los boleteros y boleteras tienen un mismo perfil casi en todo el país, se dirigen a uno diligentemente, pero sin tomarse confianza. Se les ha visto en aprietos cuando hay enormes filas.
Ya en los andenes se ve a los choferes, quienes recogen los boletos de uno por uno a la entrada del mueble, en un ceremonial que no tendría por qué cambiar.
Se lee en el letrero electrónico que el autobús se dirige a Matamoros, las letras que transitan así de esa manera, llaman la atención aunque no esté interesado el viajero.
-¡Ahí viene ya el autobús! -dijo una señora que, según se escuchaba, iba para Jaumave.
-Ese no es- se oyó decir a una joven, que la acompañaba.
En un espacio pequeño se amontona la gente común, que viaja todo el año, que va a las cercanías en la línea de autobuses que domina la región. Se acomodan donde sea, en un cordón de jardinera, luego de que no fue suficiente la pequeña sala que ahí -en el pasillo- les improvisó la empresa. Sin embargo el resto de las salas, según se puede apreciar a simple vista, lucen a esta hora con pocos usuarios.
Como en una buena parte de las centrales de autobuses diseminadas en la nación, los baños tienen su leyenda de cuando fueron sucios, pero eso quedó atrás hace muchos años. Lucen limpios.
Los más chiquillos tienden a resbalar en el brillante piso, se dejan caer y se dejan arrastrar de la mano de su madre como si fuesen un segundo equipaje, el más importante.
Son las 10 de la mañana. Afuera los taxis están completos. Es en pausas que sale uno de ellos, con pasajeros para que dé vueltas el turno; listos para quienes desee utilizar sus servicios.
Las fotos salen con mucha luz, el cielo es raso, pero el viento es fresco; la gente sale de la central de autobuses, se mete a un carro, o cruza la banqueta, y se pierde de vista
[Best_Wordpress_Gallery id=»80″ gal_title=»Buses»]
Discussion about this post