Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Yo era de los que solían pensar en que un día vería esa especie transparente que llamamos alma.
Ángel delator, cuerpo del silencio, el alma viste a la humanidad por dentro y por fuera.
Antaño, el alma era todo lo que se tenía, hasta que un montón de objetos curiosos se fueron asomando como una respuesta a los deseos reprimidos de la humanidad.
El alma está en todas las cosas. El metal siente el frío y la larga espera. El hielo derrite al viento y avanza con firmeza por dentro del arroyo.
El alma quizás no se vea pero se siente. No es gratuito el fervor sobre ciertos objetos personales ni la suavidad que adquieren con los años, unidos por un lazo de sangre. El alma es un lazo de sangre.
El alma de la noche se esparce y crea fantasmas. Dicharacheros escondidos atrás de la maleza.
El alma de la tierra ondea en el aire y cae de nuevo. Luego todo cesa. El alma de las cosas también es uno, dependen de uno. El sistema utiliza una espada y el alma, que es un reloj sin fin, la usa de manecilla.
Con el favor del tiempo llevamos cicatrices de pequeños derrumbes al suelo, pero no en la conciencia, uno extraña los objetos, los días aquellos o el humo de una chimenea.
El alma más bien utiliza la memoria y no necesariamente. Es como una de sus herramientas.
En el futuro inmediato vive el alma, por eso es que no se ve. Cuando se levanta la mirada repentinamente, el alma muestra lo que no se ve. Hay un considerable espacio en un tiempo tan reducido.
El alma es un retazo de cama, un establo, un susto. Una gota de cristal muele una esfera. La hojarasca es hermosa por eso, por su alma.
El espacio que queda de un objeto quietado es el alma. El breve silencio amortajado antes del ruido, es el alma.
La poesía es un objeto comercial del alma, un asunto de orgullo, una presentación amorosa de la existencia.
Cuando el alma sabe quién eres, pasa lo que pasa con agrado, como saludando a un viejo amigo. El alma es un adelanto hasta donde se alcance a ver un páramo temblando. En teoría se abren los campos vectoriales, el propio universo.
Adelante: use usted una red y busque una mariposa amarilla. Escuche el aletear en un día gris, casi lloviendo y corra, vea el noble ejercicio de la naturaleza corriendo. Del todo, el poder es un alma. Aunque el poder sea una arma.
Estar aquí es a la vez una representación del alma, el alma nació de nuestra muerte, si lo pensamos bien, atrás de nosotros hemos estado.
Atrapada, el alma se libera cada que puede, por eso quiere, por eso ama. El alma es eso que llamamos “uno mismo”. Sólo el alma existe, el cuerpo es un viaje.
HASTA LA PRÓXIMA.
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