Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Nos hemos olvidado de las cosas, nos hemos vuelto apáticos a voltear a ver. Somos un compromiso, ojos cerrados que solo quieren ver lo necesario o lo que nos gusta o lo que nos vamos encontrando.
Pasamos por la vida y la lista que debiera ser interminable, limitada por la memoria, son ahora las cosas que soñaste o las que no soñaste, pero que pudieron ser diferentes, suministradas por la imaginación en forma, o la ocurrencia.
La vida te lleva, tú no vas, eres secuela, escombro de tiempo, mirada perdida y encontrada descuida en el fondo.
Si hablas, dibujas, si lees imaginas, el alma es un cuaderno de símbolos inexplicables e incoherentes.
En un instante damos forma al espacio, hacemos fórmulas de un algoritmo inentendible pero cierto, aun es cosa de todos lo que no es de nadie. Vagamos en lo incomprensible, somos incomprensibles.
En el camino acumulo piedras, roces de aire, pedazos de tiempo que recojo de las orillas del pensamiento. Si corro, escucho el espacio reducir mi mirada, escuchar el confuso silencio entre lo cercano y lo que hay lejos.
Elegimos llevar o dejar, traer u olvidar. Nos disgregamos, nos desaparecemos, dejamos de ser, nos escondemos, somos, no somos, dejamos de ser aquellos, somos lo otro, lo que nunca hemos ido, no estuvimos y estamos, nos encontramos y nos desparecemos, nos queda la sensación de que no somos sino un nombre, una ecuación que da en la noche en el sueño funesto que no nos contiene.
La ruta son los pies y ahí vuelves, al vientre que se mueve en la tierra, al vientre con uñas para aferrarse a los tiempos.
El paso es la vida que escapa, la veloz inivisibildad de la muerte, el sonido encefálico de una queja en la soledad de un llano de agua.
Decir que hay qué hacer. Moverse inútilmente a dónde has de volver o desde donde has de venir. Quedarse para siempre a nada, sin ir, no estar estando, enmudecer, gritar.
Somos lo que queda de todo el mundo, lo diferente en una carcajada, en un lamento, en una mirada que vio el paso de una piedra que se perdió muchos años en una montaña. Somos la imagen, la farsa, el limbo actuado en partes, el amanecer de un alba que nos consume los minutos, somos los segundos tragando años.
Somos el paso de los demás junto a nosotros, la marcha infinita, la pelea preconcebida y perdida, el agüitamiento de las aves volando, el avistamiento de los sueños y de lo que amamos.
HASTA LA PRÓXIMA.
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