Por Felipe Martínez Chávez
Cd. Victoria, Tamaulipas.- En solo 15 minutos de un septiembre del sexenio de Américo Villarreal Guerra sucedieron hechos que, de haber tenido otro desenlace, pudieron haber cambiado la historia de Tamaulipas.
El diputado parmista Bruno Álvarez Valdez tomó una patrulla de Tránsito Local, la subió a la Plaza Juárez (frente al Palacio de Gobierno), encendió las torretas y sirena y le ponchó una llanta de un balazo.
Pistola en mano se enfrentó a los agentes viales y judiciales hasta que fue sometido y… liberado por el Secretario General de Gobierno.
La sucesión de acontecimientos inició a las nueve de la mañana en las calles 6 y 7 Hidalgo (oficinas del partido), cuando elementos de Tránsito “levantaron” una camioneta propiedad del candidato del PARM a la presidencia municipal de Güémez, Reyes Charles Gutiérrez.
El hecho fue tomado por los parmistas como una represión política. Es la lucha por alcaldías y diputaciones locales.
“El vehículo no se encontraba mal estacionado, venían directo por él”, dijo el legislador, y además “está tapizado de propaganda de mi partido”.
Pese a que Bruno se tiró al piso para interrumpir la acción de la grúa, no pudo evitarlo. No andaba armado.
A las once de la mañana se encuentra ya en la Plaza Juárez, lado oriente, al frente de una gigantesca manta pidiendo “alto a la represión policiaca”. Lo acompañan varios de sus correligionarios.
Dialoga con reporteros que le comentan en plan de broma:
-Con usted vamos a hacer “la cruz”. Es la primera información “fuerte” del día que tenemos.
Enrojecido su rostro, el líder de oposición revienta, casi grita ante cámaras y grabadoras:
-Voy a rescatar la dignidad del pueblo de Tamaulipas -exclama, mientras da pormenores del incidente matutino.
La camioneta de Charles no se hallaba siquiera en el corralón oficial. La desviaron hacia otro lugar.
-Voy a traer gente de Llera y Güémez para hacer una manifestación de protesta -reitera el también presidente estatal del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana.
“TRAEME GASOLINA”… Y SACA SU 380
Sobre la plática con los reporteros, Álvarez es informado que, la misma patrulla del incidente en el mercado, la número 111, al mando de Gregorio Montalvo, se encuentra en el estacionamiento frente a la plaza, a un lado de la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús.
Brinca hacia la calle al tiempo que pide a uno de sus colaboradores:
-¡Consígueme gasolina Guillermo! (Gutiérrez Riestra). Pero no lo hagas tú para que no te comprometas. Manda a alguien. Ahorita voy a quemar esa patrulla.
Alguien corre en busca del combustible (que no llega con la oportunidad que Bruno pedía).
Los patrulleros están en la “guardia” de Palacio de Gobierno, a escasos 35 metros.
Mientras murmura insultos, Bruno cruza la calle 15. Encuentra que la unidad oficial es “acomodada” por los empleados del estacionamiento.
Les quita las llaves, sube, enciende el motor y, en reversa, cruza la arteria hasta subir a la plaza.
Antes de bajar enciende torretas y sirena “para que Heriberto (Batres, secretario General de Gobierno) y el Gobernador (Américo Villarreal Guerra) se den cuenta de mi protesta”.
Enseguida desenfunda su pistola 380 de nueve tiros que casi siempre lo acompaña, acciona el gatillo pero… se encasquilla.
Después de varios intentos detona un cartucho. La ojiva va a incrustarse en la llanta delantera izquierda (lado del conductor), pero no se desinfla.
Se queja que no se “ponchó”, lo cual confirman los periodistas. El aire comienza a salir lentamente y no de golpe.
El ruido de sirena hace que el responsable de la patrulla, el comandante Gregorio Montalvo Sauceda y su ayudante, salgan corriendo de Palacio al tiempo que tratan de desenfundar sus armas.
Álvarez Valdez toma su Beretta con las dos manos, adopta posición y se dispone a dispararles.
Una voz entre los periodistas hace reaccionar a los oficiales:
– ¡Montalvo! no saques la pistola porque el diputado los va a matar.
Con una larga carrera como agente vial, lo entiende muy a tiempo. No alcanza a desenfundar. Deja la correa de sostén de su arma y ambos regresan a la puerta de Palacio.
Minutos después, cuando todo ha terminado, casi llorando, dice al reportero:
-Me salvaste la vida.
El diputado pistolero insta a los uniformados a no intervenir o les disparará, a lo cual se ve decidido.
No pasan cinco minutos cuando llegan “negociadores” de la Secretaría General de Gobierno que nada pueden hacer para deponer la actitud del diputado.
A los diez minutos hace su aparición la patrulla placas XBB-323 de la Policía Judicial tripulada por Antonio Rodríguez, conocido con el sobrenombre de “El Pinto”, y Jesús Bernal, éste apoyado por una metralleta R-15 de cargo y ambos con chalecos antibalas.
Al hacer alto frente a Palacio, hacia ellos se dirige el diputado con la camisa abierta y su pistola al cinto, gritando que le disparen o se alejen de ahí, que se trata de un incidente político.
-¡Disparen si tienen güevos… o lárguense!
LO RESCATA EL SECRETARIO Y LE DEVUELVE SU PISTOLA
Luego de algunos manotazos, no sin antes cortar cartucho a su metralleta y encañonarlo, el agente Bernal quita la pistola al parmista. La revisa. Trae cartucho en la recámara y ocho en el cargador.
Ante por lo menos 50 “espectadores” que ya son testigos, incluyendo los periodistas iniciales, ambos elementos policiacos proceden a subir a Bruno a la patrulla de la Procuraduría General de Justicia.
Y se da una presencia inesperada que cambia los hechos.
Baja de su despacho el Secretario General de Gobierno, Heriberto Batres García, para detener la aprehensión.
Grita a los agentes:
-¡Que están haciendo pendejos, no ven que es un diputado!
A regañadientes sueltan a su detenido y recriminan:
– Nos hablaron para detener a un pistolero y es lo que hacemos.
Batres invita al dirigente parmista a subir a su despacho, lo toma del brazo y se dirigen al elevador.
-Que me devuelvan mi pistola -grita Álvarez, y no sube al ascensor.
Ahí mismo, en público, el secretario General ordena que se le regrese el arma. Promete que le entregarán la camioneta secuestrada y ofrece garantías para sus actividades políticas.
Afuera, en la plaza, ya se encuentra el jefe de Tránsito, Oscar Torres Delgado, quien condena el hecho, revisa la patrulla y hace una evaluación de daños en los neumáticos (balazo y golpe sobre el cordón de la banqueta).
Llega el Secretario de Seguridad Pública, Raúl Flores Morán, quien califica a Bruno como “un loco que no tiene por qué andar tirando tiros en la plaza”.
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