Luis Torre Aliyán
Cd. Victoria, Tamaulipas.- Terco, según el diccionario de la Real Academia Española, significa “pertinaz, obstinado e irreductible”, es decir, una persona que se mantiene firme e inamovible en su postura, aunque se le den razones en contra o se le intente convencer para hacer o creer otra cosa.
Cuando desafortunadamente tuvo lugar el socavón en Morelos, aquella semana Juan Pardinas lo dijo muy claro en su texto: “El futuro de México está en riesgo. Crisis tras crisis, le jalas el hilo, y al final de ese enjambre, de esa maraña, lo que encuentras es un caso de corrupción. Lo toca todo”. La corrupción mata, también sostuvieron algunos; y así es.
Y es que le ofrezco una disculpa, estimado lector, si peco de pertinaz, obstinado o irreductible, pero creo que vale la pena reflexionar teniendo como base una pregunta: ¿Como ciudadano que prefiere, ser terco, o corrupto?
Porque, aunque no me gusta la radicalización basada en la retórica de “buenos y malos”, resulta indiscutible que hoy a estas alturas a los mexicanos no nos queda de otra: o nos montamos en el caballo de la terquedad, de la lucha contra la corrupción, o elegimos la segunda opción por acción o por omisión.
Por eso celebro lo bien que le vendrá al país que en todos los estados de la República haya un seguimiento puntual de los sistemas locales anticorrupción y su aterrizaje y acciones puntuales, esto a través de la versión 2.0 del ejercicio de evaluación denominado “Semáforo Anticorrupción”, que encabezan la COPARMEX, el IMCO y Transparencia Mexicana.
El esfuerzo del “Semáforo Anticorrupción” en 2017 fue fundamental para empujar a gobernadores y congresos locales (incluidos los nuestros) a acelerar el paso en la construcción de los sistemas locales, pues este ejercicio cumple con una doble función: por un lado es útil como guía de una participación ciudadana más exigente (ya que el ciudadano se entera exactamente en qué paso va su sistema local) y por otro lado se constituye en un instrumento sólido de presión para los gobernadores, pues se pone en evidencia de manera muy simple la voluntad política o falta de la misma.
Y, al día de hoy, llegando al cierre del primer mes de 2018, no se ve claro el camino en esta lucha, ya hay sistemas anticorrupción, sí, pero qué tanta simulación y qué tanto compromiso, esa es la cuestión que ayudará a clarificar el Semáforo Anticorrupción 2018.
“La farsa anticorrupción” le llama Miguel Carbonell en su última colaboración para El Universal a lo hasta hoy avanzado, el propone que lo que ha reinado en el tema es la simulación. Me rehusó a creerlo al 100%.
¿O, de verdad, pura simulación? Híjole, si logramos convertimos en una sociedad terca, créanme, no falta mucho para darnos cuenta.
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