Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Moriré un día de estos, sin complacer a nadie. El mundo es un ente dormido que no siente. Dormiré un tiempo, ignoro cuánto. Pero sé que volveré a sentir lo que ahora veo y a vivir lo que ahora muero. Se está aquí en la cueva del nadie me conoce. Soy un fugitivo de mi sombra.
Despertaré en mil años, que serán un segundo para mí, lo son desde hace mil años. Estoy aquí porque he muerto.
He vivido, para estas fechas, tengo el doble de años en el cerebro, he arrodillado el tiempo con la mano en un teclado, he caído y me he vuelto a caer.
Prevalece la anecdótica muerte, un murmullo entre el silencio y ruidos extraños, personas que entran y salen donde antes nada había. Esa noche entierran mi cerebro.
Detrás de la oreja, una extraña aguja saca hilos de mis pensamientos. Son nada. Es una vez el pensamiento, luego el silencio puebla las paredes viendo el techo. He dicho algo antes del pensamiento, no recuerdo.
La ocurrencia es mía, el cigarro desgastado es un hijo del espejo. Abajo debe haber sustento, sugestiones de un mundo diferente. Cuando despierte habré vivido mil años. Los mismos que han pasado.
Muero de ser, de un encontronazo. Muero al hacer entronque la vida y escoger el tramo que me lleve de regreso. Voy con quien fui a ver el filo de la navaja, la hora exacta, la palabra correcta, el golpe final, el tiro de gracia.
En unos días más habrá pasado mi nombre. Dejará de existir. Un repaso dura dos minutos en lo que saludas a los dolientes, la memoria sería escasa y nula al día siguiente, qué suerte. Para eso se nace.
Moriré con las puertas abiertas de una casa en la orilla. De repente, sin saber por qué ni cómo. Sabré después, años después, transitando el olvido.
Un viento tira de mi camisa, me acerca a la casa. Estoy en el piso, tiendo una red de pisadas por el pasado.
Moriré a mano, en cada suma de llegadas. Moriré en la mano, en los pies gastados, en las orillas raspadas, en el cuerpo macheteado. Moriré en las dunas, desembarcado, corsario, desarmado por el furor de una tarde.
HASTA LA PRÓXIMA.
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