Por Felipe Martínez Chávez
Perros Bravos, Nuevo León.- Es un pueblo fantasma, como muchos otros, a lo largo de la frontera del norte mexicano.
Tierra habitada por gente blanca, alta de estatura, emprendedora, muy oriunda del norte. El río Bravo, que está a tiro de piedra, “jala” para ir en busca de fortuna a los Estados Unidos.
Limita con Los Aldama, Los Herreras, Los Ramones, General Bravo, en el estado de Nuevo León ¿Parte de Tamaulipas?.
Significa un alto, un oasis de descanso en el cruce de indocumentados que, desde tierras del sur del país y Centroamérica, vienen en busca del sueño americano.
Aquí ya ni las mujeres quedan -como dice el corrido-, solo niños y ancianos. A los adultos el hambre se los llevó al lado americano. Muchos regresan con fortuna, otros se quedaron allá; no pocos fallecieron en el intento. La falta de oportunidades los expulsó.
Hay quienes malbarataron sus últimos animales, gallinas, borregas y cabras y se largaron a perseguir un futuro menos trágico al lado de familiares que ya gozaban de la bondad de los billetes verdes, o comenzaron una aventura en un país ajeno y desconocido.
Las casas son de madera estilo americano. Pareciera que nadie vino a echar raíces o que un día, de la noche a la mañana, se perderán por esos caminos de Dios.
Una es la calle principal, la más ancha. Es el centro de las operaciones del escaso comercio del pueblo que componen unos cuantos tendajos, fondas con alimentos, dos cantinas con mesas de billar y un hotel.
Es media tarde. El sol molesta. Un vehículo, una camioneta con placas de Texas, con dos bocinas sobre la cabina, se mete entre las casas para dar una mala noticia: Murió un vecino, e invita al velorio y al sepelio al día siguiente.
Anunciar a sus muertos por altoparlante, es una costumbre generada por la mezcla indefinida de culturas que aquí se ha dado.
Dicen que lo mataron en una de las tabernas “por mirar feo”. El responsable es un pasaporteado que iba de paso rumbo “al norte”, y se “peló” antes que llegara “la ley”.
Aquí la muerte no parece sorprender a nadie. El panteón está nomás bajando la calle, rumbo al río, y tiene más “habitantes” que el mismo pueblo.
Hay camionetas estacionadas sobre la artera principal. Después del “anuncio” del muerto impera el silencio. Por las noches aumenta el tráfico. Son grupos que vienen del sur y van hacia la frontera. Se combinan “polleros” o enganchadores en complicidad con vecinos del pueblo.
Sobra decir que, en esta región, no ha llovido por lo menos en los últimos doce meses. A lugareños que retan la temperatura, el polvo de la calle les llega hasta el empeine de sus botas y, cuando circula un vehículo, se forma una auténtica tolvanera que lastima la vista y penetra hasta en las orejas.
La economía de Perros Bravos se basa en las remesas enviadas por pasaporteados, la derrama de centroamericanos y nacionales que buscan comer y beber, escasamente dormir y menos comprar prendas de vestir. A ello se suma la ilegalidad de facilitar y apoyar el contrabando humano, que es lo que más deja. La ganadería y cultivos son menores.
ACCIDENTADA RUTA PARA LLEGAR
Sábado, antes del amanecer, Ciudad Victoria. Cornelio advierte: “Se me hace que vamos en busca de un fantasma”.
No es la primera vez que hacemos juntos trabajo periodístico, una crónica, un reportaje. Le gusta la aventura, tiene espíritu reporteril. Creo sin embargo que está equivocado. Lo medité muchos días antes, me informé.
-¿Cómo llego a Perros Bravos? -le pregunté a Leonardo “Nayo” González, viejo reportero de sociales y con estancias temporales por esos lugares del norte.
-Mira, te vas a Monterrey, de ahí… sigues para Cadereyta.
No supo hacer más comentarios, aunque dio el nombre de Los Herreras, un municipio norteño de Nuevo León.
Otro amigo dio su experiencia:
-Mira, está entre Los Aldama y Los Herreras, conozco, estuve ahí en China trabajando.
Eso me daba la seguridad de ir allá, a redescubrir Perros Bravos para decírselo a los tamaulipecos y al mundo. Lo había pensado y nadie me detendría. Incluso “vi” a esas mujeres de ojos de color, hermosas y “querendonas”, como dicen los “primos” de allá.
Estoy de acuerdo con Cornelio. Aconseja “ir preguntando aquí y allá” para no errar camino. Iniciamos la marcha por la carretera a Monterrey. Tenemos todo el día para hacer el recorrido.
En Linares, el primer objetivo son los agentes de la Federal de Caminos. Adormilados todavía, se sorprenden por la pregunta.
-Así le decían a Montemorelos antes -alcanza a decir uno.
Y nos encamina hacia la comandancia de policía de aquel poblado, distante algún kilómetro, a preguntar.
Remarca y especifica: “Ahí a la derecha del puente, ahí con los preventivos, son los azules”.
Otra fuente de información son las oficinas de turismo, me había comentado mi compañero, y los ayuntamientos, los presidentes municipales “si los hallamos porque es sábado”.
Y no pierde oportunidad -que más tarde se le convertiría en obsesión-, y en el primer despacho de gasolina vuelve a interrogar y le responden.
-Lo he oído mencionar mucho, pero no sé… está por Monterrey ¿O no?, déjame ir a confirmar.
Y viene su compañero que orienta con más seguridad: “Perros Bravos está entre Villa de Juárez y Monterrey, allí enfrente. Pueden entrar por Cadereyta, cruzando por Allende. Está un letrero que lo dice”.
-¿Estuvo en ese pueblo?
-No, pero el letrero lo dice, lo he visto, no hay error.
Diez de la mañana y el calor aumenta en esta tierra pródiga. Es la zona citrícola, la región subtropical de Nuevo León, promisoria, tanto que las fuentes públicas, en lugar de agua, utilizan jugo de naranja. Las jugueras lo cambian todos los días por su cuenta y costo.
Ahora, frente a nosotros, el segundo comandante de Montemorelos, Gregorio Ríos Bernal. Elegante, bien vestido y abundante joyería en sus manos, andará por el “tostón” de años.
Tiene la personalidad de un empresario regiomontano, un Santos, Garza Sada, Zambrano o Salinas. Así lo creo al ver estacionados lujosos Lincoln y Cadillac en las afueras de la comandancia.
Y repite: “Perros Bravos está en China, cruzando por General Terán, aquí derecho cruzan; por ahí preguntan”.
-¿Gatos Güeros?, interroga un subordinado y se responde: “Por Allende, por esta carretera” -y mueve las manos.
Estamos desorientados. En tan pocas horas nos han dicho tantas cosas sobre la ubicación de Perros Bravos, que empezamos a dudar en cómo llegar y en el menor tiempo posible.
Cerca del mediodía cruzamos por la tierra de Los Alegres de Terán. Huertas y granjas estilo California, vegetación abundante. Famosa, de paso, por criar a las mujeres más bellas de Nuevo León junto con Sabinas Hidalgo.
Es una de las regiones productoras de huevo más importantes del país, maravillosa, pero la última parte del Cuerno de la Abundancia hacia el norte. Le sigue el semidesierto.
Dicen que en Terán vive gente muy rica, como los familiares del ex presidente Plutarco Elías Calles. Aquí no hay pobres, todos son “güeros y sanotes”, ojos de color.
Muchos se atreven a justificar -como en otras partes de la República- que aquí se perdió un ejército cuando la invasión francesa.
DECISIONES QUE AFECTARON A TAMAULIPAS
Pero vamos en busca de Perros Bravos, ahora como un reto, a más de 300 kilómetros de distancia recorridos. Me voy preguntando si no estamos equivocados. Lo pensé bien, me respondo, y reitero: Ya estamos cerca.
Dos de la tarde, China. Pueblo enigmático, casas de ricos y buen comercio, carros americanos y aparente dinero en circulación. En las “goteras” está el pueblito “El Cuchillo”, que dio nombre a la presa más grande que se ha construido en México para un sistema de abasto de agua potable.
Al cerrar las cortinas se acabó el distrito de riego Bajo San Juan, en Tamaulipas, que beneficiaba a 200 mil hectáreas. La ley del hombre dice: Agua para el uso doméstico y luego para agricultura.
Quince minutos después estamos en el ayuntamiento ¿A dónde más podemos recurrir? Pero no hay nadie. Que el alcalde vive en Monterrey, 120 kilómetros al poniente.
China se ubica en el desierto. Cruce natural de braceros que van para Reynosa, Mier o Miguel Alemán procedentes de la zona metropolitana de Monterrey. Al oriente se llega también por San Fernando, Tamaulipas ¿Para qué decir más? Vamos en busca de Perros Bravos.
Un Policía Rural, Antonio Tamez Salazar -elegantemente vestido con el uniforme reglamentario- va y consulta a los superiores y viene a decir: “Perros Bravos está entre Los Herreras y el municipio de Los Ramones”.
Le creemos. Lo dice con tanta seriedad y firmeza:
-Toman diez kilómetros a Monterrey, está la entrada y siguen 40 más -reiteró, con cara de satisfacción de haber ayudado a alguien en apuros.
Agrega en su dato:
-A Los Ramones hay más distancia, está lejos todavía, rumbo a Monterrey.
Mi compañero sigue dudando: “Buscamos un fantasma, no existe, es fantasía, es un mito vagante, como el Rancho El Pozo, de San Fernando”.
Comienzo a creer su versión, pero sin concederlo. Me resisto. Ya daremos con Perros Bravos y le reclamaré. Debe estar por Doctor Coss, por General Bravo.
Seguiremos adelante a pesar del calor, del cansancio que ya se siente, de los kilómetros que todavía nos esperan y se alargan.
Una hora más tarde cruzamos por El Cuchillo, el diminuto pueblito que alcanzó fama por la construcción de la presa que lleve su nombre. La cortina es enorme, casi cinco kilómetros en forma circular para tratar de almacenar mil 784 millones de metros cúbicos de agua revuelta del río San Juan.
Lindamos en Los Herreras cuando ya pasan las 16:00 horas. Hemos recorrido 500 kilómetros ¿Esfuerzo inútil? ¿Regresar a Victoria con las manos vacías?
El camino parece interminable. Me imagino a Perros Bravos entre Herreras y Los Ramones, allá por el poblado de la Reforma, donde la peste parece haber acabado con todo un pueblo. Las casas quedaron intactas, solitarias, bien cerradas. Creo que la muerte ronda entre tanta soledad. Todos se fueron, agarraron camino “al otro lado”.
Brechas y veredas se parecen todas, mezquites y huizaches, espinas y nidos de cascabeles donde aparecen de vez en cuando trasijados coyotes.
“PIPORRO” Y LAS PELICULAS
Los Herreras es la tierra del actor y cómico Lalo González “Piporro”. La tarde cae. Estamos con la misma pregunta.
El presidente del PRI municipal, David Quintanilla Sánchez, trata de aclarar ante la insistencia: “Aquí no hay ningún Perros Bravos, sólo vemos el nombre en las películas de Piporro”
Se va y vuelve, trata de confirmar con sus compañeros de partido. Pregunta y repregunta, pero en Los Herreras nadie conoce Perros Bravos. Seguro es en Terán, en Ramones, Villa de Juárez ¿En dónde?.
-¿Cuáles son las poblaciones aquí?.
-La Laja, San Vicente, San Agustín, Hacienda de Guadalupe y Barretosa -responde.
No está lo que buscamos ¡No está Perros Bravos!
Para que no haya dudas agrega el dato: “Los Herreras se llamó antes ‘Rancho La Manteca’, mientras que a China se le nombró ‘Rancho El Toro’ ”.
Los Herreras tiene tres mil 400 habitantes, la mayoría pasaporteados. Se fundó como municipio libre en 1874. Uno de sus hijos predilectos es Jorge Pedraza Salinas, escritor, historiador y periodista, dice David Quintanilla.
Ahí mismo, Alejandro García Martínez, de guardia en el edificio del ayuntamiento trata de confirmar que Perros Bravos no pertenece a Nuevo León y sonriente señala que “sólo en las películas de Piporro”.
Busca el directorio telefónico de las rancherías de Nuevo León. Son decenas, todo pueblo tiene una línea de comunicación pero no está el que buscamos.
Estoy por aceptar las palabras de Cornelio: “Lo he oído mencionar en los programas del Doctor Cándido Pérez” en la televisión, me había dicho.
El tiempo avanza inexorable y, a una cuadra del municipio, vive el alcalde Lucio Tijerina Garza, originario ¡Del mero Los Herreras!. Hombre ya maduro, sesentón, de facilidad de palabra, educado. Está solo en la calle pero al instante aparecen dos agentes de seguridad. Precaución seguramente.
Aclara de inmediato:
-Perros Bravos es General Bravo, así se le llamó hace muchos años.
Lo afirma y se lo creemos, y nos manda hacia allá.
Antes refiere que en Herreras el 60 por ciento de la gente anda en el otro lado ¿No vez las casas y las calles vacías?, pregunta y levanta la mano y su vista hacia las arterias muy bien pavimentadas pero solitarias.
-¿Y de Piporro?.
-Aquí tiene familiares en línea directa. Su tía vivió aquí enfrente, Doña “Mariyita” Ramírez.
Eulalio González “Piporro” estudió dos años de primaria en Los Herreras; luego se “pintó” para Tamaulipas, entre Mier y Miguel Alemán, a los Guerra, indica el presidente municipal. Más tarde el cómico fue a dar a Monterrey, a la XEFW, y se haría famoso.
Pasan de las 17:00 cuando abandonamos este pueblo que huele a historia y a corridos, a pasaporteados. Recuerdo ese “De Los Ramones a Terán”. Casi siempre corre la sangre, pero “no mueren porque sean cobardes, sino porque fueron hombres”.
Atrás queda algo característico de Herreras: Su largo puente colgante sobre el río Pesquería.
MÁS ALLA DE GATOS GÜEROS
Y nosotros, seguimos en busca de Perros Bravos. Estamos en camino a General Bravo, como lo dijo el alcalde Tijerina. Ahí debe estar el desenlace. Por fin volveremos.
General Bravo tiene su historia. Es la tierra de los Cantú y los Garza, apellidos muy acá del norte.
Se fundó como Villa el 18 de octubre de 1868 por gestión del coronel Darío Garza Cantú, quien luchó a favor de la Guerra de Reforma de Juárez. Más antes -ahora sabemos que no es Perros Bravos- se le denominó San Juan Bautista. El primer posesionario lo fue Carlos Cantú en 1683.
Este municipio ha tenido dos gobernadores de Nuevo León: Arturo B. de la Garza y Bonifacio Salinas Leal, ambos generales divisionarios.
El secretario del ayuntamiento, Luis Espino, da referencias de Bravo, las fiestas de fundación, que antes efectivamente se llamó “Rancho El Toro” pero jamás Perros Bravos que no aparece en los planos del municipio. Las únicas poblaciones son dos: Los ejidos Santa Teresa de Mier y Las Lajitas.
¿En dónde está Perros Bravos? insisto.
De 77 años, nacido aquí, el vecino José Rivera Fuentes confía: “Yo digo que es un apodo que le pusieron. Que sepamos, aquí no hay ningún pueblo o rancho con ese nombre”.
-¿Y Gatos Güeros?.
-Dicen que sí está pero por Allende, y Gatos Pintos por Linares.
Otros lugareños aseguran que Perros Bravos está en Tamaulipas, en la parte norte, ahí por Miguel Alemán y Mier.
Una vez más nos dan mala información sobre el objetivo. Pero no pararemos.
Entra la noche al pueblo. En sábado, los rancheros empiezan una fiesta que parece interminable. Los restaurantes tienen su variedad con música en vivo ¡En plena calle!. La carne de los establos, bien servida, es el platillo típico de General Bravo.
Recuerdo entonces las palabras de Cornelio: Vamos en busca de un fantasma, de un mito, me dijo, antes de que amaneciera. Cierro los ojos y todo pareciera un sueño de 14 horas. Pero no me rindo, aquí dormiremos y mañana seguiremos antes del amanecer… sí, mañana llegaremos a Perros Bravos.
N. de la R.- Perros Bravos no existe, es un mito influenciado por Eulalio González “Piporro”.
Discussion about this post