Felipe Martínez Chávez
Cd. Victoria, Tamaulipas.- Desde tierna edad se ha dedicado a la ganadería, a los negocios. Todo al contado («no me llores» como dicen en el rancho) sin andar con pichicaterías.
Debe ser un genio para las finanzas a pesar de que estudió abogacía (UAT 2014). No alcanzó a terminar economía por el ITAM.
Su bitácora dice que en el año 2007 compró 12 millones 810 mil metros cuadrados de tierra en la suma de 19 millones 215 mil pesos mexicas. Pagó uno tras otro.
Un año después se hizo de otro ranchito, este de 603 hectáreas, por el cual pagó nueve millones.
Más antes, en el 2004, desembolsó dos millones por dos hectáreas (que deben ser urbanas).
En el mismo 2008 registró bonanza. También adquirió 344 mil metros cuadrados por un millón 720 mil devaluados pesillos.
Le gusta la ganadería equina. En 2005 compró 15 caballos y 25 yeguas de cría en la suma de dos millones. En 2008 150 vacas y ocho toros, en un millón 170 mil.
Siguió acrecentando la fortuna. El 2 de marzo del 2014 se hizo de un predio de mil metros cuadrados en 700 mil. Bueno, fueron dos, el otro lo adquirió ocho días después, con la misma extensión y con el mismo valor en factura.
Más ganadería. El uno de febrero del 2016 se hizo de 50 vacas y cuatro toros por la suma de 405 mil, y 10 caballos y cinco yeguas en 750 mil.
En total nueve propiedades. Solo una donación de su padre, 74 hectáreas con valor de dos millones de pesos, con fecha 21 de marzo del 2015.
Al 26 de enero del año 2018 en que presentó renuncia al cargo público que también le había conseguido su padre, sus cuentas bancarias estaban rebosando de lana, pese a que el sueldo anual neto reportado (2017) era de 484 mil tepalcates.
Dedo chiquito y proyecto político de su poderoso padre, fue gerente de las juventudes del PRI; luego funcionario en la Secretaría de Economía del gobierno egidista (de muy triste memoria, por cierto).
A partir del uno de febrero del 2013 trabajaba como delegado federal en Tamaulipas.
Pensó que desde ahí, recorriendo los caminos de la pobreza infame que aqueja a Tamaulipas, podría conseguir la «fuerza» para llegar a una diputación federal. Su padre quiso darle el último «puche» que no llegó a tiempo. Los traicionaron. Le dieron una sopa de su propio chocolate.
El cachorro está inconsolable. Su partido, al que dice ha servido con toda el alma en su corta vida, le negó el sueño acariciado.
Se olvidó de una de las reglas políticas que, dentro de su soberbia, su padre pregonaba por las rancherías donde anochecía o amanecía en cualquier camastro: Los sueños se acarician en privado.
Empoderó a su retoño con dinero, pero no le supo decir cómo tragarse las derrotas políticas.
Mal que se vio que el viejo pederasta difundiera en redes: «ayúdenme a darle una explicación» de por qué no fue el elegido. El muchacho ya no es un niño.
Ahora bien, si de algo le sirve, aquí le va esta experiencia.
Corría el año de 1995 y, allá en Xicoténcatl, un joven llamado Manuel, abogado, secretario del ayuntamiento, acariciaba el deseo de ser alcalde.
Había realizado «talacha» pública para merecer la distinción. Cuando se publicó la convocatoria de su partido, el PRI, decidió venir a ciudad Victoria con un grupo de simpatizantes, a registrarse.
Madrugaron y hasta trajeron lonche. Todo marchaba bien. Pero en el crucero de Llera se encontraron con un retén de la entonces Policía Judicial. Los pararon y preguntaron por el «candidato». Lo arrestaron y trasladaron a las oficinas de la comandancia en ese municipio.
Los seguidores se regresaron temerosos a Xico. Nada podían hacer, las instrucciones se giraron de la capital, «de mero arriba», que es lo mismo decir Palacio de Gobierno.
Después del mediodía, el abogado fue abordado por el jefe policiaco.
-Tú no estás detenido. Si quieres algo de comer puedes pedir, pero no salir hasta después de las seis de la tarde.
Tampoco lo metieron a las celdas. Le dieron como cárcel las oficinas de la Procuraduría de Justicia en esa localidad.
Pasada la hora crítica le dijeron que podía retirarse. Regresó a su tierra con la cola entre las patas.
Desde la capital, el viejo pederasta había impuesto como candidata a una de sus amigas. Y ganó porque entonces no había competencia.
No fue el único caso. En esos años la Procuraduría se encargaba de «conducir» los procesos políticos. Se gobernó con el Código Penal en la mano. Así eran tratados líderes sociales y periodistas.
Los tiempos han cambiado. El cachorro no fue tratado como Manuel, al estilo chicharronero y con la ilegalidad policiaca de ese sexenio. Que dé gracias que solo fue borrado de la lista, aunque le dieron el derecho de audiencia.
En otros asuntos, tres diputados locales fueron despedidos por sus compañeros con palabras de nostalgia. Pidieron licencia para ir de candidatos a diputados federales y alcalde.
Copitzy Hernández García, del PRI, será la candidata a diputada por el III distrito con cabecera en Río Bravo. Está segura que no va a regresar. Su licencia fue indefinida y pidió que se llame a su suplente.
Otro priísta, Anto Tovar García, ocupará la candidatura tricolor a diputado por el distrito con cabecera en Matamoros. Más cauto, solo pidió licencia.
El coordinador parlamentario, Carlos García González, también obtuvo el permiso de retirarse. Va en busca de la candidatura de su partido, el PAN, a la presidencia de Matamoros. Está probado en las urnas, ha ganado dos veces la diputación federal. Seguramente se alzará con el triunfo.
Hay nuevo coordinador y es Glafiro Salinas Mendiola, de Nuevo Laredo. El nombramiento de su partido (luego automáticamente de la Junta de Coordinación Política) le fue extendido por el presidente estatal del CDE, «Kiko» Elizondo Salazar.
Este miércoles fueron los registros internos de precandidatos de Morena a senadurías, diputaciones y ayuntamientos. Hubo sorpresas. Por ejemplo, por Victoria aparecieron tres: Enrique Yáñez Reyes, Eduardo Gattas Báez y Ernesto Lavín Hernández, éste médico de profesión.
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