Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Cada momento de cada segundo está en el pasado y está en el futuro al mismo tiempo. A eso llamamos presente, que no existe por sí mismo.
Cada momento es una explosión del pasado que desaparece justo en el instante del futuro, cuando la realidad llega. Principio y fin. Alfa y omega. Rompimiento y renovación. Es creatividad. Muestra pequeña del universo. Una misma partícula multiplicándose en el infinito número de partículas.
La gama de colores sonidos y objetos que alcanzamos a percibir con nuestros cinco sentidos buscan el equilibrio y así se instalan en el pasado, en la medida de nuestros acontecimientos, es el tamaño que les damos. El cajón que tenemos para echar la memoria es a la vez el futuro, sin ello no vamos, morimos.
Pero cuando se piensa se olvida, se crea y se disuelve, se pasa a otra manifestación de la vida, a otra etapa creativa.
Con Heráclito, nadie se mete dos veces en el mismo río.
La verdad es muy pequeña, la realidad grande, y junta, es la elaboración de la vida que hace la especie humana para sobrevivir a su especie. La lucha del hombre es contra el hombre. Pero le debe más al hombre que a cualquier otro animal en el mundo. El hombre es una ambigüedad que reflexiona y medita su ser y estar.
Lo que está escrito pasará, pues ya se hizo, viene del futuro nuestro origen. Miles de veces pasó por nuestro lado sin ser visto. Pero hemos sido nosotros pasando por el lado de nosotros sin descubrirnos ni encontrarnos en una plaza.
Vamos hacia el origen y lo buscamos con denuedo, con pasión y arrepentimiento, Freud tenía razón, odiamos lo que somos y buscamos lo que nos somos, tenemos que inconformarnos con el origen; y en el futuro, que es cada segundo, reaccionamos para continuar existiendo.
Cuando el hombre abra los ojos estará en un sitio desconocido. El sitio más bello posible, el multiplicado por lo que siente, por el equilibrio perfecto y la percepción limpia de la realidad saneada por la conciencia, sin tiempo.
Al cerrar los ojos existimos adentro. Afuera es afuera y se escucha. Necesitamos una audiencia que entienda todo esto.
Cuando abramos los ojos despertaremos los colores verdaderos, las sensaciones extraordinarias del cuerpo, los sonidos sinfónicos, las palabras en parábolas como flechas que caen del cielo.
Hay colores que no vemos o simplemente no entendemos. Hay fracciones que conforman patrones, elementos distintos que compartimos sin saberlo, revelaciones contantes e increíbles en el espacio que cruzamos con los brazos, con el cuerpo, con los movimientos.
Cruzar el ámbito de las líneas paralelas de este mundo no está prohibido, no hay sometimiento. Ni es una obsesión. Todo está en la mente.
La imaginación, en su mejor etapa, tiene aproximaciones a la realidad como nunca antes, es cada vez más confiable.
Sin ayuda, el hombre contemporáneo es incapaz de comprender la realidad, no distingue entre verdadero y falso, ni entre bondad y maldad, su confusión deriva del mismo sitio, de la oscuridad que viene de muy lejos estando en los ojos.
Las funciones del cuerpo corresponden a las profecías del ser, los programas del espíritu con las obras precisas y la inserción de futuro que admite el cerebro, que no es más que un reembolso del pensamiento de todos los tiempos.
El ser es unidad, es universo, armonía, conexión, contacto, chispa divina.
HASTA LA PRÓXIMA.
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