Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Unos matan la gallina y otros se la tragan. En este país son los pobres quienes más trabajan, los que levantan en hombros las ciudades desgastadas, los que las edifican desde los escombros con las manos repletas del polvo de todos los años, en la ignominia, y en la misma inoperancia.
Por eso la réplica cruel resulta aburrida desde la cima a donde usted se suba para mirarla.
Igual: los de arriba la hacen y los de abajo la pagan, como la deuda eterna, o externa.
La danza del billete ahí, justo donde se practica la justicia, favorece al que más tiene. El otro, el acusado o debo decir el ofendido de siempre, no tiene ni para ir ante el agente o responder una demanda, ni para el micro, mucho menos para acudir ante quien lo defienda.
Arriba el dinero no es nada y lo es todo, abajo no existe el dinero, es una ilusión profana, apenas llega en sus ridículas quincenas y se esfuma, se vuelve espuma en este mar de tiburones.
No se trata nada más de ser pobre en un país como este, hay que ser todo lo que está del otro lado del universo.
Un pobre es cuesta arriba y cualquier día amanece atropellado. Si sigue con vida es una alegría para la familia, con eso se conforma.
Hace unos días un militante del PAN de Tampico dijo muy claro el sentir de los pobres que abordan un partido político.
“A los militantes nos tratan como a perros del rancho, nos quieren cuando hay problemas y hay que salir a la calle, pero cuando es la repartición de huesos, nos dicen que no reunimos el perfil”
Es triste que familias completas de abolengo, se hayan heredado el poder en los partidos políticos más enraizados en este nepotismo, formaron una elite donde sus dogmas cerrados impiden la participación efectiva de cualquier militante, han puesto candados necesarios para que no entre la gente, nomás ellos, ellos mandan hacer la llave.
El resto de la nación por el lado oficial es solo un discurso demagógico, una andanada de quebrantos que bajan luego de que alguien les prometió algo y resultó todo lo contrario.
En muchas de las ocasiones, cuando se baja un recurso al pueblo, los del dinero, los apoderados de un estado o los virreyes, como suele llamarse a los gobernadores contemporáneos, son los primeros que agarran y muchos recursos ahí se quedan o se devuelve a las manos que se los entregaron, lo prefieren, a hacer un buen proyecto que ayudare a sus pobres paisanos.
Capaz que dicen que no lo merecen, que el alcalde no hizo un buen proyecto, capaz que apagan todas las voces que quieran protestar algo.
En nuestro estado, en el reciente pasado, muchos recursos destinados al combate contra la delincuencia se devolvieron, pues no los usaron, o se usaron y nadie supo en qué engendros del diablo.
HASTA LA PRÓXIMA.
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