Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Porque la noche es cobija mortuoria donde descansan las palabras, porque la noche es la noche de las risas y de los encuentros furtivos atrás de las puertas, porque sin ver es que andamos como la noche a tientas todo el tiempo, equivocados.
Y después de la noche la otra noche que llega iluminada nos da la espalda, porque no somos más que una orilla, una esquina de la mesa que da a la calle que se apaga.
Y después de la noche otra noche semejante como los rostros que salen, que van saliendo de la nada.
Porque la noches es la grieta entre las miradas hasta que el sol brilla y se mete. Luego despiertos se incendian los árboles y somos fugitivos inexpertos de la lumbre lejana, nos quemamos lentamente la cara.
Si abres una puerta se cierra la otra terca sin viento, sin aire en la noche. Uno reconoce los pasos, la lentitud de su llegada, uno sabe que llegando la noche uno es la noche, uno es el que ve la penumbra que por dentro nos escarba.
Porque el viento trajo la noche y hay preguntas que se esconden, hay respuestas que no se preguntaron, engaños en el agua oscurecida de la ciudad.
Y no hay prisa, ni sueño para quienes bailan o juegan a las cartas. Uno puede bajarse de la noche e irse para su casa.
Y la noche es una loba que brinca las cercas, se asoma para vernos dormir. Luego se escapa al primer movimiento ocular, a la primera mirada, uno conoce poco la noche cuando comienza en verdad, uno le teme a la incertidumbre, a esa inseguridad.
Y la noche es juntura, pegazón entre los sueños, legajos extraños, intermitencias estallando en la adolescencia de la luz y de la misma oscuridad.
Con penumbra se busca entre la madera seca, se empotra en los dedos del humo que se esparce en la calle, y la noche tararea la única rola que nos aproxima, nos sacia la sed con una palabra muy vieja. La noche se hace mujer, se enreda, se entrepierna.
Porque la noche es un nido de pájaro y en las ramas se sacude el viento de las primeras plumas del alba.
Hay quienes llegan de noche, son ellos, los forasteros que trajeron las horas, el reloj descompuesto, las deshoras, lo que nos pudieron quitar de las pajas lo hicieron. La noche es lo único de ellos, los forasteros trajeron el sueño, las ganas de dormir, la hora de asaltarnos.
Porque la noches es un nudo ciego que alcanza para verse la espalda, la nuca, el pasado y el futuro donde llegará el día en que serán sustituidos por los destellos y la noche siendo noche se va de repente, pero vuelve si cierras los ojos.
HASTA LA PRÓXIMA.
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