Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Catarsis, palabra griega que significa purificación, se dice, fue acuñada por Aristóteles, discípulo de Platón para referirse a la purificación del espíritu mediante las obras de los demás, se refería al teatro griego y sobre todo a las tragedias.
Pero tal vez sea bueno creer -ya que los filósofos presocráticos y socráticos pensaban en todo aquello que veían, pues lo imaginado aun no era cuantificado- que Aristóteles lo relacionó acaso con su propia existencia, que catarsis sirvió a Aristóteles para comprender la filosofía del tiempo.
Catarsis, para purificar el espíritu mediante el arte. Catarsis para purificar el arte. Catarsis para purificar el alma de la sociedad. O simplemente catarsis para purificar.
Conforme a las crisis que padecen las sociedades de todos los tiempos, es quizás el miedo el factor decisivo entre la vida y la muerte.
Grecia, en tiempos de la incipiente filosofía, requería del pensamiento catártico, luego de que la mitología poco a poco, dejada de lado gracias a los tales de Mileto y sus dos primeros seguidores, había hoyado un hueco en donde el ser humano se reconfortaba en los pecados de otros, ya que los dioses griegos eran extremadamente violentos.
El miedo a morir o la ausencia de ambos, actuaban en la vida. Pero más allá del terror actuaba el deseo, la búsqueda de la eternidad y la supremacía del poder, que los llevaba a encontrar a sus Dioses a modo.
Al encontrar una explicación lógica de la fisis, como llamaron los griegos a la existencia de las cosas, surge la necesidad de purificar o esclarecerlas; purificar el alma dañada por los dioses mitológicos.
No en un escenario completamente violento sino en otra exaltación Apolíneo-dionisiaca, que era la parte entre la violencia y le estética del miedo que ofrecía la existencia. Era perfecto y sensual al mismo tiempo.
La sociedad en tiempos de crisis exige su cuota de sangre y sonreírse, por increíble que esto sea, pero el aporte de los griegos es precisamente la contra parte de la no existencia, y es la aportación a la sensualidad en el arte. Una sensualidad terrible, apostólica si se pudiera decir, sobre todo en la escultura; y ya sin miedo a decirlo, en su imaginación. El arte griego es la primera existencia individual del hombre.
Volviendo. En momentos de esta historia corta del hombre sobre la tierra, ha habido sacrificios humanos a Dioses paganos por miles de años, el imperio del Dios Moloc debió durar cinco mil años. Durante y después del reinado de este, hubo sacrificios humanos ofrecidos a los Dioses inventados por el ser mismo buscando eternidad o el origen de su especie. Hubo crímenes indiscriminadamente por la posesión de un pedazo de hierro.
El tiempo es el mismo, el hombre cambia poco. Los romanos se echaban a comunidades enteras, quieras que no. Las religiones más antiguas del mundo lo han hecho.
Durante las revoluciones sociales se ha arrasado con poblaciones y con razas enteras y con razones completas.
Desde los sumerios y hasta el imperio romano se ofrecían ofrendas humanas, niños sobre todo, a sus distintos dioses que para ellos eran legítimos.
Durante una crisis social, como se han vivido muchas en este planeta, el humano busca la sobrevivencia sorda. Las sociedad debería de ir protegiéndose, las familias y hasta la persona en si misma debería protegerse.
Durante el miedo la percepción y la propia eventualidad de que ocurra un incidente se eleva entre habitantes que son ajenos a la eventualidad.
Cuando los judíos fueron perseguidos, una gran parte de la población no participaban de las decisiones. Simplemente eran abusados, crucificados. Muchos huían y se iban a morir al desierto.
En largas temporadas, entre los tiempos remotos y este, se impone su majestad el miedo antes de la catarsis. La catarsis es el espíritu bueno del miedo. A veces es bueno tener miedo.
Pero cuando el miedo ejerce un dominio sobre nuestra voluntad es cuando no nos conviene, ni en el ámbito social ni en el personal; un miedo nos previene, el otro nos inmoviliza.
Entonces por ejemplo, en nuestro país, luego de que inició la violencia junto con el siglo, se instalaron cámaras afuera de las casas y negocios y fue todo un auge. Las calles comenzaron a ser vigiladas.
Es por dentro donde el ser trabaja. Ahí se instalan también cámaras. El alma observa y busca protegerse. Siempre lo hará. El alma del último sobreviviente que busca la costa y da tremendas brazadas.
La sociedad necesita tiempo para una catarsis, pero necesita pedir un tiempo fuera para hurgar en la memoria de su mundo interno. En México existe una cuenta pendiente del gobierno con la sociedad, y eso todo el mundo lo sabe. Pero más allá de eso, el ciudadano debería a comenzar a defenderse. No precisamente actuando en pro o en contra de nada.
Auto defenderse es buscar los instrumentos dentro de nuestra memoria que estén ya listos para usarse y fortalecer el espíritu en las calles.
Entonces prepárese para una guerra. No pase por calle muy oscura de noche, no pase de noche. Cuando se encuentre a un retén busque los logos correctos, asegúrese de que está hablando con las personas indicadas.
Siempre hay que llevar una lámpara de mano para, en tremenda contingencia durante la noche, hacer alto y echar a correr entre el monte. Decía Mao Tse-tung que ante la ventaja del enemigo hay que emprender la graciosa huida. Utilice el miedo positivo.
Es saber solamente cómo definir un momento, estar preparado mentalmente por si se requiere pasar por donde el miedo -por el espíritu de los deseos y el callejón oscuro del miedo- que a veces aniquila la vida de las personas.
El ser humano de todos los tiempos, olvídese de las cosas, es un ser violento.
Le debemos mucho a Cristo, religión aparte, pues desde su tiempo, aunque ha habido atrocidades que no se le atribuyen a Cristo ni a la religión por sí misma, sí a quienes usaron como bandera al cristianismo para crear una mortandad cruel y sanguinaria a los largo y ancho del mundo, Sin embargo, al tiempo posterior al nacimiento de Cristo podemos atribuirle la tranquilidad que en su dominio ha traído al mundo.
Pero hay avances significativos que los debemos a los griegos, el ser en sí mismo aprende, crece, los tiempos debieran de dar para explicarnos temas que componen al hombre contemporáneo.
El ser, en su reflexión, suele explicar qué ha sido de todos nosotros después del miedo. Sin tregua ni catarsis. Sobreviviendo.
HASTA LA PRÓXIMA.
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