Max Ávila
* El columnista es autor de las novelas “Erase un periodista” y “Rinconada, la historia prohibida del maestro Ricardo” y Premio Nacional de Periodismo 2016.
Cd. Victoria, Tamaulipas.- En nuestro país las autoridades gastan millonadas llamando a ejercer la democracia y sin embargo hacen lo posible para evitarla. Cierto que ahora difícilmente hay robo o “embarazo” de urnas pero sobreviven métodos que mucho tienen que ver con la complicidad, incluso con la traición partidista y campañas de desprestigio bajo el inconfundible sello oficial.
Es en la última fase del proceso cuando el poder más teme a la democracia. Transcurridos treinta años de la tristemente célebre “caída del sistema” anunciada por el entonces secretario de Gobernación Manuel Bartlett ante la ventaja de Cuauhtémoc Cárdenas sobre Salinas de Gortari, nadie se traga que en verdad haya sucedido.
La realidad fue que la noche de aquel infausto domingo electoral, el presidente De la Madrid ordenó silencio total hasta en tanto se recomponían las cifras a favor del candidato tricolor. Bartlett ahora desde la oposición lo confiesa sin más remordimiento que haber sido un eslabón del sistema.
El asunto es que ejercer la democracia en México es casi casi una experiencia religiosa que incluye cargos de conciencia y hasta el pecado capital de apuñalar los principios a espaldas del mandato divino. La urna electoral se impone porque significa la sentencia última de padre gobierno: “O estás conmigo o estás contra mí”.
Usted dirá que pese a todo la alternancia funcionó. Tiene razón pero hay que aceptar que durante “la docena trágica” no sucedió algo que valiera la pena, salvo quizá que Calderón se atrevió “a sacudir el avispero” con resultados todavía impredecibles.
El PRI de entonces no toleró sus propias contradicciones entregando el mando a un panismo sin perspectiva de cambio. De haber existido visión moderna y de futuro, estaríamos hablando de otras circunstancias.
Ahora la democracia tiene nombre y apellidos y se llama Andrés Manuel López Obrador con todo lo que ello implica. Es el miedo traducido en ataques y campañas convertidas en actos de gobierno. Y es que en esta ocasión el cambio viene en serio.
SERÁN VOTOS NO DISCURSOS
Ahora mismo toda la fuerza del sistema va contra AMLO por su desacuerdo en la construcción del Aeropuerto internacional de la CDMX. No hay acto gubernamental o de la IP donde no se toque el tema colocando al candidato de MORENA como simplista, incluso ignorante de las consecuencias que pudiera acarrear la paralización de la obra. Pero he aquí que solo hablan empresarios y funcionarios (principales beneficiarios), no la sociedad civil.
¿A quién le conviene un aeropuerto de primer mundo?. Desde luego a quienes lo ven como el gran negocio en la opacidad que oculta corrupción. Y los ataques se multiplican desde que López Obrador habló de transparentar los contratos de una obra calculada al principio en 120 mil millones de pesos y que ahora alcanza 260 mil millones. ¡Más del cien por ciento!…y lo que falta.
Mal planeada desde el origen, por esto también tanto gobierno como empresarios se oponen a la calificación técnica de alto nivel propuesta por AMLO.
De manera que hay miedo a la democracia. Y es que en esta ocasión los votos contarán y el gobierno se verá obligado a hacer bien las cuentas. El aeropuerto no interesa a las mayorías golpeadas por “reformas” que las mantienen arrinconadas en la pobreza como tampoco les importa la publicidad donde el gobierno asegura que México exporta más alimentos de los que importa cuando no les alcanza para adquirir la canasta básica.
Es la realidad que se reflejará en votos contantes y sonantes en un proceso irreversible a culminar el primero de julio.
SUCEDE QUE
Mientras tanto en Tamaulipas la sucesión presidencial se observa lejana cuando los partidos se ocupan solo de asuntos domésticos. No es secreto que se lucha por lograr dominio regional y bajo intereses muy concretos. Sea que el estado aparece cual parcelas de influencia sin posibilidad de integrar la unidad necesaria para avanzar en el mismo sentido. ¿Será posible conjugar política y poder?.
Hasta la próxima.
Discussion about this post