Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Cultura es todo lo que nos rodea. Lo que existe o existió de alguna manera. Cultura es la esencia de las cosas, es decir una sola por sí sola, o todas juntas, a según hayan sido concebidas o para lo que sirvan.
Una canción es un conjunto de pensamientos en torno a un tema. Es una reunión de seres invisibles que piensan lo mismo y se divierten mientras entonan la melodía hasta verle el fin en los cuadernillos pautados. Pero la música como todas las artes sublima las partes y les da forma, las embalsama y las vuelve eternas. Un conjunto de sucesos pueden quedarse a vivir en eso que llamamos tiempo.
Cultura es a la vez lo que se palpa en la mano, se escucha en el silencio o se observa con todas las miradas que ven el mundo. El arte es un espacio exclusivo para la democracia.
La cultura real no discrimina sino que incluye, integra y escoge, promueve y distingue a sus elementos de igual manera. Es un concierto a voces, un espíritu justo como el de las flores.
Cultura es libertad, entiéndase esta por el sitio predilecto, la cena perfecta, el justo momento, la vida holgada y furiosa, terca y contenciosa, esa libertad de estar equivocadamente ciertos.
Cultura es un gesto en la cara al final de la jornada, los consejos ajenos dichos por un camarada, el cigarro entre los dedos de una hermosa dama, la tarde crispada, el verso, el tiempo que pasa y pasa.
Cultura es el reembolso de una tarde, el costo que pagar por la vida, la entrada y salida de un cine, el kilo de tortillas, la sobrevivencia en los tapancos en las aciagas buhardillas. Tiene un costo la cultura en las texturas y heridas sobre el concreto. Tiene oscuras razones en medio de todo esto que se ve fácil en la obra de arte.
La obra de arte tiene esa universalidad tan simple en una o dos palabras, en un brochazo contundente en el manto. Tiene el contenido de todos los tiempos. Las voces de nosotros en un día de campo, un festival de palabras y colores unidos por el escarnio.
Entonces cultura es arte fortuito en una mañana frente a la calle, en los arrumacos de las esquinas con el frío en la espalda y una mirada repentina.
Arte es al mismo tiempo cultura de artistas que leen frente a la calle y pintan la imagen en los arrumacos de las esquinas con un fío repentino y una puñalada en la espalda. En lo que la cultura es barco, el arte es lomo de mar. La vida es el mar con sus contradicciones y sus vidas terribles.
Haces arte y te das cuenta cómo gira el mundo en todos los planos. Te das cuenta que hay alma.
Porque el arte prefiere los espacios solitarios y solidarios. Los extremos de un telón de fondo. Jenofonte despierto entre la gente.
Un incendio y los elementos del agua, la cultura del fuego y apaga, del encendido y la extinción del mundo. La mano que mueve la cuna mueve la cultura pero no al arte. El arte se mantiene horizontal. Totalmente independiente. O dejaría inmediatamente de ser arte.
Pero la cultura así promueve su cultura independiente y rebelde. La calle conserva los grafitis, las consignas, las adherencias y la tendencia atroz a la violencia. En los escupitajos de la esquina está la memoria de lo que se hace durante la noche. Nunca saber el si se vuelve o no a casa.
Abajo del puente sobre el crucero del bulevar un chavo inhala Resistol. Tiene 25 años y parece menor. En la mañana el sol estalla en las banquetas frías y frívolas de la ciudad. En una fotografía panorámica toman posición unas nubes que se extienden ligeras y el sol muy suave que asume su control. Abajo nosotros hacemos la vida, la cultura, el arte y hablamos por nosotros mismos.
HASTA LA PRÓXIMA.
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