Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Los días que pasan me ven sin ti. Apenas he tenido gana de salir a la calle. Sin ti la calle dejó pasar uno que otro comparsa, gente de prisa, totalizadores de encuestas, viejos políticos metidos a nada, a tirar basura, gente, niños, mundo desconocido sin tu mirada, por ahí dejada al alba, sin tu cariño.
Poetas enloquecidos alrededor de un sueño, ateridos, confundidos en los prostíbulos y borracheras intelectuales, dedos de mis manos, letra por letra de ausencia, letra por llanto te nombran.
Ni siquiera hice el poema que dije en este lugar, en la tarde, o por las calles. Te he visto una vez y pude irme por otra calle, coger otro camino entre las doscientas cosas que pensaba hacer sin ti por esos días.
Pero llegaste. Alguna vez pude ser otro, que me llevara la suerte, y me llevó, y te trajo hasta aquí de frente para mirar tus ojos. Y el mundo que no pasaba por mí, comenzó a tener sentido y significado.
Hasta la hora que se informa había ganado algunas batallas en aquel campo minado de amores desafortunados e inconsolables derrotas.
Pero esa especie en extinción vuelto hombre de una calle, de una palabra, de un solo corazón enterrado en los sueños que soy, tuve que ser yo quien volteara y verte allí en plena ventana de la vida riéndote en mi cara donde hace años duelen todos los acontecimientos y son de gratis los quebrantos.
Mientras tanto trato de ser bueno. No quiero moverle a esa especie de salvedad que me has traído. No creo que si dios existe me rescate de esta forma tan extraña de amar sin ser amado, como un arte simple y lejano, ajeno a quien lo pinta con la mano. Eso es extraño si me dices algo, lo que sea, hasta para decir que no tienes tu encanto.
Puedo sostener este momento pensando en ti, pero apúrate, creerás que pasa tanto.
Pensándolo bien; siempre estuve solo, ¿qué tendría que extrañar?, ¿por qué eso tan extraño?
El amor es un monstruo rascándose la panza con nosotros muertos de miedo. El amor nunca es lo que vemos. Nunca lo vemos, es un verbo.
Esa es la historia. La vez que te encontré cuando pude verte por fin fijamente a los ojos, cuando tú escogiste el momento y yo dije una palabra, no recuerdo cual, pero debió ser hermosa, contigo a tu lado que se puede decir que no consolide su necesidad de escucharse por la tierra. Qué necesidad tenía Dios de hacer esos ojos tan lindos cerrándose para reír y hacer que todo cambié de alguna manera.
Cómo pudo Dios hacerme esto a mí a estas alturas del partido cuando estaba yo en serio, me cae, muy tranquilo, yendo y viniendo por ahí por la vida sin otro motivo que cantarle a la ciudad a su gente y al árbol que dentro de mí ha crecido. Yo escribo. Pero ya no soy el mismo, algo pasó y no me había sucedido.
HASTA LA PRÓXIMA.
Discussion about this post