Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- De mis calles que se abren al paso misterioso del silencio, a mis calles tatuadas, empotradas al cuerpo. En mi estancia preferida adentro, muy dentro, en el fondo de la existencia. Hundido en el asfalto.
Mis calles son las piedras lodosas en un corazón en serio. Hay un cambio que empieza a caminar como una cosquilla personal desde hace mucho tiempo, como se habla en las banquetas.
De mis calles pasajeras de un viento, al viento mismo desde los dientes, con las garras en algunas ocasiones, en las paredes raspadas muchas veces, y, por el andén, la cobertura de la mirada viendo al fondo de una palabra.
Con mis atardeceres, las manos definitivas, inmersas en agua.
En mis calles, venas, vasos, hilos, en mis arroyos, en mis castillos, en mis cocodrilos, en mis tuertos ideales, en mis alma perdida en estas calles.
Después de la quietud del pasado, huyo, me escapo del que escapa.
El tiempo es lo opuesto a los relojes, los árboles cuentan la velocidad del viento, la revolución del tiempo son objetos desapareciendo.
En un tiempo hubo hombres que destruyeron relojes, para evitar esa especie de dictadura, antes de detenerse en la esquina de una resistencia.
De mis calles el correo llega a una página desgastada y suplicante, comienzo a notar las entre comillas para evadir las respuestas internas.
Los entrecijos, los picos, los fondos de botella, el tiempo fuera, son avioncillos de papel en casa del suicidio de los psicólogos, son unos convencidos, son una ciencia de banderas raídas, ideas de la cuarta guerra, genocidios, como una ciencia en el fin de las utopías.
La pregunta principal es una confidencia, un sí en la filosofía. Como sociedad he alcanzado un punto de ruptura, sinónimo de nadie, estoy recargado por fuera. Escucho mi respiración agitada.
Deliberada lluvia, liberada piedra, envoltura de una esfera, recargadera, el alma es un decir mientras corres y recorres la jungla.
De mi memoria, de vez en cuando alguna actividad de relajación me trae palabras descontroladas. Significa que pierdo la densidad en el trayecto, ritmo, sombra. La memoria no existe. Cuando el tiempo se desiste, en la cabeza siguen pasando cosas después de la muerte.
Desde una escalera remota tengo la impresión que no debería de ser así.
Hay un pasaje en el libro que alimenta a una máquina. Sólo unas pocas personas sostienen el espíritu. El tiempo es una calle de niebla, la de nunca, la de siempre, un obituario lento. El tiempo es una serpiente.
HASTA LA PRÓXIMA.
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