Rigoberto Hernández Guevara
Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Más que el momento de su historia el escritor expresa su genio personal. En un mundo cambiante y a la vez permanente en sus formas y funciones básicas, el hombre estalla en palabras que buscan ir más allá del encuentro y la reconciliación consigo mismo o con la sociedad.
Eso no basta para que también existan escritores sociólogos. O realistas confundidos.
A pesar de todo, o debo decir contra todo, las obras más universales permanecen en el tiempo y el espacio.
Es verdad también que algunas de sus obras tardan en darse a conocer o en notarse dentro de algún conglomerado de silabas que no dicen nada por el momento, pues el escritor tiene eso de profeta, de ver lo que no ven otros, o ver disparejo, ver distinto, o con otras tonalidades, o ver de más lejos o más grande o pequeño, ver visco.
Siempre acertado, el verdadero escritor plasma no la obra de su tiempo, como él quizás quisiera, sino la obra para todos los tiempos, o para otros momentos.Muchas de sus razones no le pertenecen, ni son producto de su pensamiento; si no sustancia, cilicio, arenque podrido de todos los tiempos.
Tal vez por eso no tiene objeción en acomodarse en cualquier rincón y escribir sin menoscabo, desangrándose.
Sí. Porque llegado el momento el escritor- ignorado para ese entonces todo el tiempo- quisiera tener la voluntad para sustraerse a su alma llanera y realizar textos a modo, pero le gana su ser, sus orígenes, sus genes tortuosos.
Y por otra parte, para darle un mayor color y mayor dramatismo a la nota en la que se desenvuelve el genio del verdadero escritor, quienes escriben para este tiempo logran el éxito inmediato y se vuelven famosos muy pronto. Pues se preocupan por complacer a una masa que los demanda, a un grupo de personas que puede abarcar millones, que piensan igual.
Y en el caso del genial escritor, este es ignorado con un gesto de desprecio, hasta con enojo, pues “cómo se atreve”. Llegado el momento, tras las cortinas podrían reírse de él.
Existen en este momento un entorno muy complejo en el cual escribir significa desahucio. Hay en cambio dos o tres escritores por país que han logrado brincar esa barrera invisible y a veces visible de las sociedades predominantes y las hegemonías perversas.
Hay escasa obra que perdure. En lo general son textos efímeros de muy fácil ubicación en el mercado. Y el “Profeta” que comenta y aconseja cosas cotidianas se vuelve un “mass media”, un halagado por el círculo vicioso de los dioses y las ferias de libros “Populares”.
Son estos los más solicitados, pues son útiles para manipular masas, pero eso no les quita calidad a la hora de escribir. Son por lo general premiados y gozan de buena reputación, sus libros son traducidos a todos los idiomas y claro que también son muy universales cuantitativamente hablando. El asunto radica en lo que aportan y en su poca trascendencia. Sus obras no pasan de su generación.
En su tiempo el proceso de escribir es doloroso para quien escribe a sus semejantes vivos y actuantes con palabras raras pero juntas, unidas y bellas,pues le quieren ver perecer y que deje de actuar conforme a su personal vocación y le impelen a escribir bajo los acontecimientos que se ven, pues no le comprenden ni les sirve.
Pero el escritor nato ve un mar de fondo en la saliva de quienes hablan por sus coterráneos. No es que conozca la realidad o desee escribirla, hasta puede ignorarla, sino que su texto no obedece a los deseos y pasiones. No obedece.
Un escritor real nunca sirve de amanuense por culpa de la realidad, no obstante, al revisarla, la contiene. Y no teme a escribir, porque le salva la tranquilidad de hacer lo necesario para decir concretamente lo que siente y este por lo general no es el pensamiento que esperan los demás.
Escribir no es convergencia. Quien busca converger es sólo un seguidor más y su encuentro frente a otros lo identifica en una masa bastante conocida y domesticada, diseminada en la colectividad siempre manipulada.
El simple hecho de ser colegiado o manejado asusta al escritor, quien se aleja y comienza a buscar las orillas del asfalto, el fondo de las calles, los rincones de un cuadro olvidado o el rompimiento con el presente y pasado, aunque estos una misma cosa u objeto sean.
Con un nudo en la garganta el escritor ve que lo que escribe no se refleja para nada en los demás. Por el contario, sus textos, si no son ignorados son vituperados y bajados a la mínima esfera, escondidos, sobajados para que nadie los lea.
Siempre hay algo que causa escozor en algo nuevo que se mueve y tiene vida propia. Escribir monstruos asusta además a los comunes.
Noes que ofendas a nadie o despotriques en contra de una sociedad que siempre escoge el camino equivocado. Todos los tiempos pueden ser iguales, pero el ingenio del escritor, acaso desequilibrado, no entiende el procedimiento bajo el cual se cabe en este mundo.
Entonces se vuelve un mundo aparte. Muchos escritores dejan de escribir, pues la vida los desahucia muy pronto y si alguna vez aciertan en un público lector, a continuación proceden a decir lo contrario. Están capacitados para decir lo que sólo ellos ven, que es lo ambiguo de la realidad.
HASTA LA PRÓXIMA
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