Por Jorge Alberto Cano Luna
Cd. Victoria, Tamaulipas.- Cuando era niño, estudiaba en una escuela primaria rural unitaria que tenía por nombre “Niños Campesinos”. Esta escuela estaba ubicada en el ejido “La Nueva Victoria” Municipio de Valle Hermoso Tamaulipas, en ese lugar viví mi niñez hasta los 12 años, tiempo en que concluí mi educación primaria, recuerdo que en esa “escuelita” de sólo dos aulas trabajó un profesor de nombre Maximino Quintero Macías.
El profe Maximino como le decíamos sus alumnos y quienes lo conocían en la comunidad, era una persona muy comprometida con su trabajo, vivía los procesos de enseñanza aprendizaje en el aula con mucha pasión, de verdad que enseñaba con mucho ánimo a los niños que formábamos parte de su alumnado, recuerdo que impartía clase a los grupos de primero, segundo y tercero por la mañana y en la tarde atendía a cuarto y quinto grado, nivel en el que me encontraba a mis once años de edad.
Tenía el profe un ánimo para desarrollar la clase que a todos nos contagiaba, le gustaba mucho conectar el contenido con el medio, consideraba siempre nuestras experiencias previas y las incorporaba a la dinámica de la clase, si alguien pudiera viajar en el tiempo y asistiera a una clase del profe Maximino diría que trabajaba con el enfoque constructivista, pues nos animaba a participar y permitía que nos equivocáramos pues incorporaba el error al trabajo áulico, era además un profesional de la mediación en el proceso de enseñanza aprendizaje.
Algo que siempre llamó mi atención desde niño al observar el trabajo del profe Maximino, fue que logró ganarse el aprecio de toda la comunidad, principalmente el de los padres de sus alumnos, no había día que el profe no recibiera en su escritorio una manzana, una pera, un plátano, un litro de lecha “bronca” y hasta una bolsa con huevos de “patio” llegó a recibir el profe, de parte de unos padres agradecidos con su trabajo en el aula y la enseñanza brindada a sus hijos.
Recuerdo que al profe Maximino le encantaba jugar al béisbol, era un gran aficionado al llamado “rey de los deportes”, tan es así que logró conformar un equipo de béisbol con los ejidatarios de la localidad, los entrenaba, les compartía de su experiencia y formaba parte del equipo tanto como “ampáyer” o como jugador en el “centro del diamante”, era de verdad un ejemplo como profesor, también como amigo y como compañero gestor de la comunidad.
A la distancia me detengo y me pongo a pensar sobre las problemáticas y las quejas que hoy se viven en algunas comunidades rurales, el ausentismo de los profesores, su desarraigo, su desamor por la enseñanza, su falta de compromiso con la educación y recuerdo con cariño a ese maestro que entregó parte de su vida en el ejido “La Nueva Victoria” en la escuela “Niños Campesinos”, donde quiera que se encuentre, va mi reconocimiento para el profesor Maximino Quintero Macías, ese profesor que nunca vivió su profesión a medias y que siempre se entregó con amor a su trabajo en el aula y en la comunidad.
«Los mejores educadores del mañana, son los que hoy se preparan, luchan y se entregan a una causa común: La búsqueda permanente de una educación integral, democrática y liberadora».
Mtro. Jorge Alberto Cano Luna
Asesor Académico
Universidad Pedagógica Nacional
Unidad UPN-281 Cd. Victoria, Tamaulipas.
Discussion about this post