Por Agencias
Nueva York.- La elección nacional -posiblemente la más concurrida en un siglo- quedó inconclusa con una competencia más cerrada de lo esperado entre Donald Trump y Joe Biden y con el triunfo en manos de unos cinco estados claves que siguen contando las boletas, proceso que podría alargarse días.
Pero el presidente Trump declaró esta madrugada: francamente, ganamos esta elección, acusó que hay un fraude y que acudirán a la Suprema Corte para frenar el conteo, potencialmente provocando con ello una crisis constitucional.
Según proyecciones con base en los resultados preliminares de la elección más inusual -y según varias figuras prominentes–, la más importante en la historia moderna de Estados Unidos, la ruta del triunfo nacional de ambos candidatos depende de los resultados en Pensilvania, Michigan, Wisconsin y tal vez un par de distritos electorales en dos estados más.
Lo que empezó como una noche muy prometedora para los demócratas acabó pareciéndose a la de 2016, con el resultado dependiendo de relativamente muy pocos votos en unos cuantos estados. Florida, donde los demócratas pensaban que podrían sorprender, los sorprendió a ellos al no comportarse como pronosticaban las encuestas.
Ahí el voto latino de los cubanoestadunidenses y venezolanos ayudó a dar el triunfo a Trump, con analistas señalando que su mensaje antisocialista contra Biden fue más efectivo de lo que se pensaba.
Sin embargo, el voto latino en Arizona podría reparar el daño que los latinos de la zona de Miami infligieron contra su campaña, y si esa tendencia persiste en ese estado del suroeste, todo dependerá de los tres estados del medio oeste. Las autoridades de esas entidades informaron que no tendrían resultados completos en las próximas horas y que el conteo podría tardar varios días esta semana.
Ante esto, ambas campañas alentaron a sus bases a tener paciencia y festejaron sus posibilidades de triunfo, aunque quedó claro que los demócratas estaban algo desinflados por no haber sorprendido con triunfos en otros estados claves en el sur del país y hasta soñaban con voltear Texas, mientras el bando de Trump estaba aliviado por evitar la derrota en varios estados donde al inicio del día estaban amenazando, como Ohio y Carolina del Norte.
Georgia, donde continuaba el conteo, aún podría sorprender a ambos bandos en una contienda muy cerrada.
Ante este panorama, Joe Biden, el contrincante demócrata, observó los resultados anoche en su casa cerca de Wilmington, Delaware, a un par de horas de Washington. A las 12:40 de este miércoles, el ex vicepresidente fue el primero en hacer declaraciones a sus seguidores: “nos sentimos bien… en camino de ganar esta elección” y exhortó a esperar a que se cuenten todas las boletas. Concluyó: mantengan la fe, vamos a ganar.
Trump, poco después de las dos de la madrugada, apareció ante las cámaras en la Casa Blanca y proclamó, falsamente: ganamos esta elección. Denunció que estaban por contar los votos y que de pronto dejaron de hacerlo, acusando a los demócratas de estar realizando un gran fraude. Agregó: vamos a ir a la Suprema Corte para frenar el conteo de los votos. Así cumplió con su amenaza de poner en duda la legitimidad de la elección de manera peligrosa y sin evidencia, algo raro si pensaba que estaba ganando.
Antes había publicado un par de tuits, en los que sostuvo que estaba ganando en grande y advirtió: ellos están intentando robar la elección. Nunca les permitiremos hacerlo.
La participación podría llegar al nivel más alto en un siglo. Lo más notable en esta inusual elección es que parece que por primera vez en la historia los votos anticipados, más de 100 millones, superarán los presenciales el día de las elecciones. Más de 100 millones de votos se emitieron antes del martes, lo cual representa más de dos tercios del voto total en la última elección presidencial en 2016.
Pero lo más importante a entender en esta contienda presidencial es que un candidato puede ganar el voto popular, pero perder la elección. Aquí lo que cuenta es cómo ese voto se expresa a nivel estatal, no nacional, y con ello cómo se reparte en votos en el Colegio Electoral, donde un ganador requiere 270 votos.
Y aun en elecciones más normales que ésta, el muy anormal sistema electoral estadunidense no puede garantizar ese principio básico de una persona, un voto, ya que no existe un proceso nacional. Por lo tanto, a lo largo de la jornada electoral nadie sabía si sus votos contarían, ni cuándo. Más aún, ante amenazas del presidente y sus aliados de tratar de frenar conteos y descalificar votos, sobre todo los adelantados, si las tendencias eran negativas para ellos sembró más sospechas sobre el proceso.
En plena jornada electoral, un juez federal ordenó al Servicio Postal de Estados Unidos -el cual sufrió lo que en efecto fue un autosabotaje de sus operaciones por órdenes del propio presidente para obstaculizar el procesamiento del voto por correo (el cual no tuvo precedente)- buscar unas 300 mil boletas que aún no habían sido entregadas a las autoridades electorales para ser contadas.
Mientras, los republicanos indicaron que continuarán con sus esfuerzos para cuestionar ante tribunales el conteo de votos adelantados incluyendo los enviados por correo, entre otros.
Un observador comentó que en Estados Unidos pareciera que contar todos los votos es considerado por Trump y sus aliados como una demanda radical.
INCERTIDUMBRE
Con todo esto, el supuesto día culminante de la elección estaba repleto de dudas; imperó, más que nunca, una sensación de incertidumbre y temor ante posibles conflictos no sólo en tribunales, sino también en las calles del país.
Trump y su equipo, junto con aliados republicanos, han procedido suponiendo que no pueden ganar sin una serie de maniobras para limitar de alguna manera parte del voto, sobre todo en estados claves. Vale señalar que el presidente nunca ha gobernado con el apoyo de una mayoría, y perdió en el voto popular en su primera elección.
En la recta final de la contienda ya había señales dentro de la campaña de Trump y entre sus aliados, y no sólo por las encuestas, de que las cosas no favorecían al presidente. El mismo mandatario y su equipo parecían confirmar eso, después de que su estrategia para suprimir el voto no funcionó, al intensificar su acusación, sin evidencia alguna, sobre un fraude electoral y proceder a maniobras legales para obstaculizar la contabilidad del voto adelantado emitido en un volumen sin precedente; o sea, suponían que todo eso era necesario para evitar su derrota.
Ante la estrategia del equipo de Trump para cuestionar o frenar el conteo, varias coaliciones de organizaciones civiles se han preparado para enfrentar ese asalto y defender el voto durante los próximos días, tanto por vías legales como con movilizaciones masivas, si es necesario. Varias redes de agrupaciones se han preparado para una movilización para interrumpir un golpe de Estado.
LA BATALLA POR EL SENADO
La otra gran competencia política es por el control del Senado, el cual está por ahora en manos de los republicanos. Los demócratas necesitan obtener un incremento neto de cuatro curules para reconquistar el control de la cámara alta, pero esto pareció menos posible anoche.
Ayer ya muy tarde se sabía que los demócratas derrotaron a un republicano, pero perdieron un demócrata, y aunque aún hay posibilidad de que lo logren, es menos posible ahora.
En la Cámara de Representantes -donde las 435 curules estaban en juego- se pronosticó que los demócratas ampliarán su mayoría.
Al final de la noche, el mejor resumen fue del comediante Charlamagne Tha God: después de cuatro años que comprobaron que Trump era aún peor de lo que pensábamos, ¿cómo es posible que esta contienda esté tan cerrada? ¿Qué chingados está pasando con este país? (David Brooks/Reuters).
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