Antonio Arratia Tirado
Cd. Victoria, Tamaulipas.- El ruido de los poderosos motores despertó a la gente trabajadora de la colonia La Montaña, de este municipio. Eran los primeros minutos de la madrugada de este domingo 4 de abril y la mayoría decidió hacer mutis, porque ya habían sido avisados (en lenguaje coloquial de la política equivale a amenazados) de que recibirían visitas importantes y había que recibirlas con una amplia sonrisa, como esa que Oscar Almaraz se mandó tatuar desde que le empezó a ir bien en el PRI, al que luego traicionó y le mordió la mano que por años le puso donde solo había que agarrar.
De eso se trataba el ruido que escuchaban los colonos de La Montaña, el producido por un grupúsculo de inescrupulosos que no conformes con tener al municipio de Victoria echo un desastre regresaban a regodearse con lo que quedaba de su maltrecha presa: sus últimos rastros de decoro y dignidad.
Y ahí estaba la vieja sonrisa dibujada, acompañada del también viejo discurso priista, sobrado de grandilocuencia, vano, grotesco en su nueva envoltura panista.
En su nueva tarea de “salvar” a México del tirano y populista Presidente, los candidatos a diputados federales que traicionaron al PRI no traen un discurso sino un mismo guión que los exhibe en su torpeza, una bala que se disparan a sí mismos porque hablan de la soga en la casa del ahorcado -el que ellos mismos colgaron-, y del hambre con los hambrientos sentados a la mesa -sin invitarles siguiera un vaso de agua-, sin reparar que son y han sido ellos los culpables de la desgracia que lleva por nombre Ciudad Victoria.
Como las pandillas, como los delincuentes, la oportunidad y el sonido del dinero los hace juntarse al amparo de la madrugada, de las sombras, a esas horas en que la gente de bien está tratando de sobrellevar la angustia de sobrevivir en una ciudad fantasma, abandonada, víctima precisamente de los que, con impudicia, los esperaban para prometerles que ahora sí las cosas van a cambiar, porque los ayudarían a bien morir.
El merolico profesional que inventaba hurras y aplausos, llamó a esa pandilla por su nombre, porque eran los que acababan de interrumpir el sueño de los habitantes de esa colonia recostada en las faldas de la sierra: Oscar Almaraz Smer, la “texana” María del Pilar Gómez Leal, Arturo Soto Alemán y Mario Ramos Tamez.
Jaime de León, habitante de la colonia, se desvivió por agradar a Oscar Almaraz, pero en su ignorancia les dijo a los visitantes una gran verdad: “Aquí nos falta el drenaje, pero otras colonias tienen necesidades como agua, luz, pavimentación y cordones”.
Y ahí, justo enfrente, estaban los responsables de la desgracia de todos, salvo Xicoténcatl González Uresti, que aún sigue medrando con la impunidad que le fuera regalada por sus nefandos servicios recién prestados.
Después de cargar niñas y niños que mujeres con el pelo pintado de rubio le aventaban encima para la foto, Óscar Almaraz Smer -que reprochaba las mentiras y los discursos huecos del Presidente y de la 4T-, tomó el micrófono de la mano del colono Jaime de León y se autoflageló a sí mismo y a sus acompañantes: “Decidí iniciar mi campaña en este lugar, debido a que es aquí donde comienzan las carencias y necesidades” de Victoria.
Terminaba el discurso de secundaria, vuelto guión de los traidores del PRI para evadir culpas ajenas, en el que subrayó que decidió volver a la vida pública para salvar a México del populismo y legislar para cambiar el pacto fiscal y salvar a los jóvenes y las mujeres en desgracia -apenas ahora con Andrés Manuel López Obrador pero no con Fox, Calderón y menos con Peña Nieto.
Cuando parecía que Almaraz había acabado tras lanzar el descompuesto grito de ¡arriba Acción Nacional!, el diputado federal del PAN por el V distrito, que sustituyó a Mario Ramos Tamez en la Cámara de Diputados -otro travesti de la política-, Juan Alejandro Rivera Torres, en su calidad de dirigente del PAN en Victoria gritó loas a Almaraz, para luego ser traicionado ¿por el subconsciente?
Se ocupaba de reforzar el discurso de su candidato Almaraz y lo que le salió fue un “no tenemos la más mínima idea de… la más mínima duda, perdón, de que nuestro candidato seguirá haciendo un gran trabajo”.
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