Por Antonio Arratia Tirado
Cd. Victoria, Tamaulipas.- Es un soleado y caliente mediodía de martes y nada parece romper la monotonía de la apacible Plaza Juárez
Se sabe que la gestación de un modesto movimiento de maestros, trabajadores de apoyo y de administración de varias zonas escolares de Tamaulipas está en movimiento y llegará -con el poder de la razón pero sin el apoyo de la dirigencia de la Sección 30-, a intentar lidiar una escaramuza, que no batalla, contra el monstruo marrón que enfrente de la Plaza y pegado a la calle Juárez, se yergue, soberbio, sin alma y sin corazón.
Llegan poco a poco. A las 13:00 horas estaba pactada la convocatoria y los apenas 35 inconformes que se contaban bajo la sombra de los árboles no parecían el preludio de un conflicto cruento, considerando que no eran el ejército de hombres y mujeres que en realidad se necesitaba para encarar ya no a una SET corrupta y corruptora sino mucho menos a un gobierno panista dominado por delincuentes acostumbrados al descontón alevoso y sin previo aviso.
Sin embargo, el Gobierno del Estado, en seis años y con una vergonzante derrota a cuestas no aprendió la lección, no aprendió nadita de nada.
Le sigue faltando barrio.
Sus funcionarios y su comandante en jefe, enfermizos acumuladores de dinero, de soberbia y de poder, nada saben de la realidad que corre y se desplaza por brechas, montes y veredas de Tamaulipas.
Nada saben de la terca realidad
Y lo peor: no saben, porque nunca la han tenido, que el hambre es cabrona.
Y cuando el hambre de la familia empieza a calar, no por falta de esfuerzo y de trabajo, sino porque una bola de bandoleros se está robando el fruto de ese sacrificio, el miedo se pierde y el ingenio se agudiza.
Ignoran también que la necesidad de alimento para la familia y el ingenio juntos, son capaces de patear traseros y tirar a la basura a cualquier fatuo y ególatra gobernante, así sea de color azul.
Por eso desdeñaron a los 35 que luego se convirtieron en más de 100.
Por eso les cerraron las puertas de Palacio de Gobierno.
Por eso se pertrecharon en su absurda estrategia de controlar al líder de la asonada e ignorar a sus seguidores.
No lo aprendieron nunca.
Solo repararon en ello cuando la férrea voluntad de ese modesto grupo de trabajadores de la educación ya los tenía agarrados de los “esos” y empezaba a imponer condiciones.
La puerta que horas antes no se abría, más tarde se abrió de par en par y por ella salió el responsable del fracaso educativo de Tamaulipas y culpable de las desgracias económicas de miles de trabajadores de la educación, que como los que lo encaraban, le reprochaban culpar al gobierno de López Obrador de estar sin cobrar alrededor de 15 mil pesos cada uno por concepto de retroactivos y otros adeudos.
Desencajado el rostro, el titular de la SET Mario Gómez Monroy, quien del paraíso fue obligado a descender al infierno que es la realidad, solo atinaba a pedirles tiempo.
Sin convicción les aseguraba que pronto les iban a pagar, sabiendo, como lo sabían sus interlocutores, que en 10 días ni él estará en la SEI ni el dinero estará en el bolsillo de los maestros.
Escoltado por funcionarios menores de la Secretaría General de Gobierno, Gómez Monroy no atinaba a posar su mirada en algo o en alguien en particular.
Buscó la salida fácil y les dijo que hablaría por teléfono con el oficial mayor de la SEP para darles noticias más concretas.
Lo metieron en un aprieto cuando pretendieron obligarlo que le llamara desde ahí mismo, con ellos como testigos y empezó a trastabillar.
-No, cómo creen, no puedo hacer eso –se defendió.
Les pidió que lo dejaran subir a hablar desde una oficina de la Secretaría General de Gobierno y no se lo permitieron.
Una comisión de representantes de varios municipios de Tamaulipas subiría con él para atestiguar la plática o tendría que hablar desde la escalinata de Palacio de Gobierno.
No tuvo más remedio que aceptar, con la rabia reprimida.
Pasaron tres horas y con ellas llegó el anochecer.
¿Habló Gómez Monroy con el oficial mayor de la SEP?
Los maestros dicen que hizo como que habló con él, pero no lo saben de cierto.
Sin embargo, se llegó un punto de acuerdo: el Gobierno del Estado les pagará el adeudo en dos partes.
Y los inconformes le creyeron parcialmente, por lo que pusieron un candado a esa promesa: se declararon en plantón permanente frente a Palacio de Gobierno, y solo se irán a casa cuando los depósitos se empiecen a reflejar en sus tarjetas.
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