Por Agencias
Ciudad de México.- En la campaña contra los nuevos libros de texto gratuitos (LTG) no sólo participan organizaciones de derecha tradicional como la Unión Nacional de Padres de Familia, y los desplazados de instancias de decisión que ahora son muy críticos, entre ellos ex integrantes del extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación como Eduardo Backhoff; también hay sectores vinculados a Atlas Network, que integra a prominentes empresarios mexicanos como Ricardo Salinas Pliego, de Grupo Salinas, afirma Mauro Jarquín, politólogo y experto en temas educativos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Señala que a esta avalancha de críticas se suman organizaciones civiles que “llegaron a ser muy influyentes, pero que también fueron desplazadas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y han tenido que irse a laborar a otros estados como Sinaloa o Jalisco, y que en esta coyuntura encuentran una forma de posicionarse, como Mexicanos Primero”, además de sectores vinculados a la editorial SM y la Fundación SM, entre otras.
En entrevista con La Jornada, el especialista en política educativa destaca que a la par de estos sectores, que por años buscaron incidir en la agenda educativa, “se han sumado otros que encuentran en la disputa por los libros de texto una trinchera política y una plataforma ideológica muy grande”.
Es el caso, indica el profesor de la UNAM, de Salinas Pliego, quien desde las redes sociales impulsa un discurso “estridente llamando libros o educación comunista, a la par que emprende una campaña de acoso sistemático contra funcionarios federales, con lo que parece buscar una respuesta punitiva del Estado, para luego erigirse como defensor de la libertad de expresión”.
Jarquín, colaborador de esta casa editorial, subraya que los LTG no enfrentan su primera campaña de denostación desde grupos de ultraderecha, los cuales, dijo, “marcharon en contra de los libros en el sexenio de Enrique Peña Nieto, pero en el de (Luis) Echeverría también. Para ellos esta lucha es un continuo. Que aparezcan en contra de cualquier progresismo no es novedad, lo que hace diferente este momento es la coyuntura, en que podemos identificar la intersección de diversas fuerzas”.
Una de ellas, explica, es esta corriente tradicionalista que ve una amenaza al derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos y los grupos de interés en el sector; la otra es “una intervención todavía no abierta de un sector político que se identifica a sí mismo como pro libre mercado y pertenece a la tradición de Atlas Network” o Red Atlas. Se trata de una organización creada en 1981 –por el empresario británico Antony Fisher- como un proyecto educativo, que de acuerdo con sus fundadores, afirma Jarquín, “busca moldear el mundo a favor de la libertad, pero la de libre mercado, porque consideran que la libertad más importantes es la libertad individual de mercado”.
Es un proyecto que ha crecido con el tiempo, asegura. “En 2020, Atlas Network agrupaba a más de 500 organizaciones en más de 100 países, entre ellos México. Y al menos 80 por ciento declara que la educación es su principal actividad. Su presupuesto anual es de más de 900 millones dólares, y sólo para América Latina destinó en 2022 una subvención de un millón 633.3 mil dólares”.
No se trata, alerta Jarquín, de una “conspiración. Es un proyecto político abierto que busca modelar el mundo de acuerdo a una idea de libertad que es esencialmente la libertad de mercado. Y no es nada oculto, está frente a nosotros. Incluso ha organizado eventos en la Cámara de Diputados y en la UNAM”.
En nuestro país existen diversas organizaciones que forman parte de Atlas Network, entre ellas México Evalúa, “pero las más militantes a la causa son las asociadas con Grupo Salinas, en particular Caminos de Libertad (denominada como empresa social del Grupo Salinas)”.
Cuando Salinas Pliego critica los nuevos textos, más que cuestionar su lenguaje, señala el especialista, “tenemos que analizar las relaciones sociales que cristaliza (su discurso). Es relevante que un empresario poco a poco abra el camino de un discurso, hacia un debate público, que ya ha sido usado en otras partes del mundo. En España, Argentina y Chile, ya se habla de libertad o comunismo”.
Es importante, dice Jarquín, que “no se caiga en la trampa de considerarlos como empresarios que sólo buscan la usura o que sólo siguen sus intereses. Ellos tienen muy claro que pertenecen a estas redes, en las que eventualmente pueden colaborar con políticos de otras corrientes de pensamiento, pero la búsqueda fundamental es la apertura de los mercados y que, por supuesto, favorezca la acumulación privada de capital, de preferencia monopólica”. (Laura Poy Solano/La Jornada).
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