Clemente Castro González
Cd. Victoria, Tamaulipas.- Así deben estar los amarres y complicidad del Fiscal Anticorrupción, RAÚL RAMÍREZ CASTAÑEDA, con el jefe del la banda del cabecismo, FRANCISCO JAVIER G., para que se defienda con uñas y dientes a fin de no dejar el cargo.
En su terquedad evidencia que lo de menos es desempeñar la encomienda pública para que se haga efectiva la aplicación de las leyes y de la justicia. Más bien su misión es servir, hasta la ignominia a los intereses de su patrón, mismo que, en su momento, se fue al extranjero para evitar ser detenido.
La estrategia del huido consiste en ganar tiempo con el propósito de que el PAN le de una representación popular, por la vía plurinominal y así tener fuero.
En dicho plan RAMÍREZ CASTAÑEDA es pieza importante debido a que, desde la Fiscalía, impide que avancen denuncias e investigaciones en contra de ex funcionarios de la administración pasada, incluido el ex gobernador.
Si nos atenemos a esto no hay duda de que el fiscal es casi imprescindible en el plan del ex mandatario y no solo para frenar denuncias sino para demostrar que tiene influencia política en la entidad.
También es tema central, en la estrategia perversa que maneja el cabecismo, tratar de minar la autoridad del gobernador AMÉRICO VILLARREAL ANAYA, algo que, a la fecha, no han logrado pero conforme transcurra el tiempo y no se castigue a los corruptos podría darse un desencanto de parte de los ciudadanos.
De modo que la remoción de RAMÍREZ CASTAÑEDA, de parte de la actual administración estatal, no tiene vuelta de hoja.
Y aunque el cabecista obtenga paquetes de amparos para evitar su baja, ello es inevitable.
De hecho, en fecha reciente, los legisladores de Morena y aliados, a través de la Diputación Permanente, separaron al fiscal de su puesto y pusieron de encargado de despacho al abogado JESÚS EDUARDO GOVEA OROZCO.
Ante tal determinación RAMÍREZ CASTAÑEDA recurrió a la justicia federal, la cual, a través de un juez, le otorgó un amparo para conservar y ejercer “plenamente” el cargo.
Se suponía que el abogado en mención, amparo en mano y sonrisa de oreja a oreja, debió de retornar a las “labores” este miércoles pero su gozo, al menos por lo pronto, se fue al pozo.
Porque un juez de control giró una orden de aprehensión en contra del fiscal por denuncias que se le siguen, de tiempo atrás.
Lo que trascendió es que lo tienen “empapelado” por abuso de autoridad, tráfico de influencias, ejercicio ilícito del servicio público y seguramente otros ilícitos.
Se sabe, dadas las declaraciones reiteradas de la Directora Jurídica del Gobierno de Tamaulipas, TANIA GISELA CONTRERAS LÓPEZ, que RAMÍREZ CASTAÑEDA obstruye la procuración de justicia debido a que no da trámite a decenas de denuncias por corrupción en contra de ex servidores públicos estatales del sexenio anterior.
Aún con las irregularidades en las que ha incurrido el fiscal tramitó un nuevo amparo con el propósito de evitar su detención y volver a la carga.
Por lo pronto, el susodicho debe estar en el extranjero, al lado de su jefe, FRANCISCO JAVIER G., en espera de que llegue su “salvación”, así sea momentánea.
Seguramente quienes traen a “mecate corto” al fiscal le darán más sorpresas para evitar que haga su retorcida voluntad.
Lo que se observa es que a los cabecistas se les reducen los espacios de maniobra y su debacle es notoria.
Se dice que la construcción de la mayoría calificada en la Legislatura local, por parte de Morena, entiéndase los operadores políticos, es inminente.
Al lograrlo podrían tumbar los entramados legales que dejó el gobierno anterior para protegerse y, entonces sí, no habría trabas para acabar con la impunidad y llevar a los transas a la cárcel.
Imagine usted lo que sucede: de tiempo atrás una autoridad federal informó, por los canales oficiales, que RAMÍREZ CASTAÑEDA había reprobado las evaluaciones de control y confianza y, por lógica, no es apto para ser fiscal anticorrupción.
Sin embargo, a RAÚL y otros de su calaña les confeccionaron un blindaje para, prácticamente, ser inamovibles.
El caso es que las condiciones cambiaron y no hay marcha atrás. Grave que no les caiga el veinte a los connotados cabecistas.
La transformación tendrá que seguir su marcha removiendo inercias.
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