Por Agencias
Filadelfia, EU.- Aunque Alemania transmite un liderazgo firme en cualquier continente donde compita, la selección mexicana descubrió con destreza y sabiduría sus secretos, consiguiendo un empate de iguales proporciones 2-2 en un partido amistoso celebrado en el estadio Lincoln Financial Field, en Filadelfia, ante más de 62 mil 200 espectadores.
Cualquiera que sea la opinión sobre la estrategia del Tri, el entrenador Jaime Lozano puede alegar que dispuso de una plantilla a la altura de lo que se esperaba. Si los alemanes eran uno de los equipos modelo en Europa, esta semana lo fueron de toda la delegación mexicana. No había manera de discutir su tremenda historia en los Mundiales, donde fueron cuatro veces campeones del mundo con una distintiva identidad.
Consciente de esa etiqueta que funciona como marca, el defensa estelar del Real Madrid, Antonio Rüdiger, capitaneó una doble aventura: la suya y la de una selección que se adelantó en el marcador tras un remate del jugador de 30 años en un tiro de esquina (24).
No era la superioridad europea lo que sorprendía a miles de mexicanos en Filadelfia, sino la manera de producirse con errores muy claros. Por eso, como sucedió en la Copa del Mundo de Rusia 2018, resultaba indispensable un motor emocional, alguien que reivindicara el derecho a soñar con un mejor resultado. Ese jugador era Hirving Lozano.
Sin molestarse en demostrar lo que no es, el Chucky respondió con entereza al momento crítico y habilitó con un pase a Uriel Antuna para lograr el 1-1 antes del final del primer tiempo (36). La explosión de júbilo en las tribunas hizo reflotar el estado anímico de los jugadores mexicanos, por momentos abatidos ante las fallas en ataque de Santiago Giménez, quien volvió a la titularidad.
El empate no modificó ni acabó con el poder de Alemania, pero le dio al representativo tricolor mucho más aliento para reducir las distancias. Paradójicamente, en una zona convertida en tierra de gigantes, el bajito Erick Sánchez, de apenas 1.67m de estatura, remató de palomita un centro desde la derecha y gritó por todo el Lincoln Financial Field el gol de la remontada (47).
Aquella jugada pesó como un yunque sobre el cuadro alemán, pero no torció por completo la narrativa del partido. Porque, a toda máquina, el delantero del Borussia Dortmund, Niclas Füllkrug, cumplió con el principio básico de un goleador de altura: cabecear fuerte y a las espaldas de los defensas un servicio de Leroy Sané por la banda derecha (51).
“Si no jugamos esta clase de partidos nunca vamos a saber nuestro verdadera nivel. No importa si es la Alemania B, C o Z, estamos muy contentos por el resultado. Hoy demostramos que somos un equipo compacto y que sabemos jugar ante cualquiera”, resumió el mediocampista Edson Álvarez al término del duelo. (La Jornada).
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